25.5.15

SHARON OLDS / LAS VÍCTIMAS

Cuando mi madre se divorció de vos nos alegramos. Aguantó y
aguantó, en silencio, todos esos años y entonces
te echó, de repente, y sus
hijos lo aplaudieron. Luego te despidieron, y
nos reímos pícaramente, igual que la gente se sonreía cuando
el helicóptero de Nixon despegó de la Pradera
Sur por última vez. Sentimos un cosquilleo
al pensar cómo te quitarían la oficina,
también a tus secretarias,
tus almuerzos con tres whiskys dobles,
los lápices, tus resmas de papel. ¿Recobrarían
también los trajes, aquellos esqueletos
oscuros colgando en tu armario, y las puntas
negras de tus zapatos con sus anchas hebillas?
Ella nos había enseñado a aceptarlo, a odiarte y aceptarlo
hasta que removimos su conciencia para
aniquilarte, padre. Ahora me
cruzo con vagabundos en las puertas, cuerpos
como babosas blancas que resplandecen a través de los jirones de
sus trajes de légamo compacto, las aletas
inmundas de sus manos, el fuego sumergido
de sus ojos, barcos hundidos con sus
faroles encendidos, y me pregunto quién les aguantó y
aguantó en silencio hasta que lo habían
cedido todo y nada les
quedó ya sino esto.

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