16.5.14

ACCIÓN, GESTO, DETALLE EN LA GALERÍA GRÁFICA TEXTUAL / RADAR

Los detectives salvajes, el gran libro de Roberto Bolaño, cuenta la historia de un grupo de poetas autoproclamados realvisceralistas que formaban una cofradía en el México de los años veinte. Los protagonistas, Arturo Belano y Ulises Lima, están empeñados en pertenecer a ella. Pero a medida que el libro avanza vamos entendiendo que el movimiento acepta a muy pocas personas. Mirado en detalle, a una sola poeta, autora de un solo poema, aparecido una sola vez en una revista literaria de un solo número de tirada. La chica se llama Cesárea Tinajero, y el poema no tiene palabras, sino apenas tres dibujitos. Nuestros héroes deciden salir a buscar a Cesárea en un viejo auto prestado. Cuando logran encontrarla en pleno desierto de Sonora, ella muere en un confuso episodio de acción, antes de explicarles qué quiso decir con aquellos dibujos.
Uno de los mails que me respondió Eduardo Stupía con respecto a la obra de Matías Waizmann decía que tal vez no le estábamos haciendo un gran favor reforzando su mote de artista gestual, ya que le parecía que lo de Matías era más abarcativo (ver en su columna de opinión). Y lo pensaba aún más acerca de los otros artistas que él estaba dispuesto a respaldar para la exposición, como si ponerle la etiqueta a alguien fuera congelarlo. Se los podía llamar abstractos. No estaba seguro de si no era perjudicarlos, esto de zambullirlos en la gestualidad. Eduardo es el referente número uno del Arte Gestual argentino y el padrino de esta muestra en esta Galería nueva.
El Archivo Bolaño que el año pasado nos presentó Maximiliano Tomas en el Centro Cultural Recoleta exhibía un campo de manuscritos donde cada cuaderno plagado por escritos de puño y letra del escritor se mostraba contiguo uno del otro, bajo vitrinas iluminadas. Algunos venían con una lupa, con la intención de ampliar esa letra legible y prolija, como de maestro de primaria. Tinta azul, tinta negra, tinta violeta. Algún tachón. Los cuadernos de Bolaño mostraban el germen de sus libros, entre ellos Los detectives salvajes. Uno se imagina al escritor enérgico o calmado según el trazo caligráfico se vuelve más endemoniado o mantiene su entereza.
Hace treinta años el concepto de gestual era definitorio de un estilo; hoy tendríamos que ver si lo gestual como tal puede agrupar un tipo de arte o se queda corto. Todo puede ser visto como gesto, incluidos los cuadernos manuscritos de Bolaño. Y también puede ser que el artista gestual sea solamente Stupía, como Tinajero en el libro del chileno. Acá mismo traté de concertar una reunión de tres artistas contemporáneos locales bajo el manto de la gestualidad, y no sé si me salió. La nueva Galería Gráfica Gestual se encargará, en el futuro, de discutir con quien quiera los discursos de este abstractismo corporal.
Los artistas son Alberto Méndez, Alejandro Taliano y el propio Waizmann, dueño también del espacio que se acaba de inaugurar en Las Cañitas. La muestra se titula Acción, gesto, detalle. Vale la pena ir a verlos por muchas razones. Son tres series de trabajos bien diferentes, pero que tienen hilos en común. Uno, y el principal para mí: los tres se adentran en el arte de la escritura, sin escribir nada que se pueda leer. Lo hacen desde vitrinas alejadas, sin lupas. Cada uno de estos seudo textos contiene una cantidad de palabras que los convierte en pequeñas novelas inútiles.
Tan inútiles como el arte mismo.

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