1- Se ve para adentro. Espíen, vayan hasta allá y espíen. O pidan que los
dejen entrar, alegando el Reglamento de la Primera Casa
Colectiva Municipal, del 10 de marzo
de 1927: “Los patios y jardines son para uso común y su permanencia en ellos es
libre tanto para los inquilinos como para los extraños, recomendándose a los
inquilinos su vigilancia, conservación e higiene para beneficio comunal”.
2- ¡Ah, que belleza poder entrar
por este porche! Un techito a escala del peatón que está con
su llave para abrir la puerta cancel. Si llueve, no se moja. Así debería ser
siempre. Venimos con las bolsas de la
compra, con la bici, queremos un cariño antes de entrar. Bereterbide se murió pero sigue dando clase
desde sus construcciones.
3- A cada terraza le corresponde una
pérgola de hormigón. Sobre la pérgola, glicinas y parras. Bajo la pérgola: la Pelopincho , la parrilla tambor, la hamaca
paraguaya.
4- Si yo digo que estas fachadas son
pintoresquistas, algunos historiadores me van a tirar con un zapato. Pero son
los mismos que, a la hora de curar la exposición de Mueck en PROA nunca dicen
que el tipo es hiperrealista, porque Mueck les pidió que no se lo dijeran a
nadie. Por suerte tengo ojos y veo, y
esto es pintoresquismo argentino. Tan nuestro como un choripán, voto a los
techos de tejas, los artesonados de madera, las persianas verticales y el
ladrillo a la vista.
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