“Minoru Yamasaki fue un tipo sin suerte”, dice Santiago
Tavella ante el cuadro La dinámica
catástrofe aúrea. “¡Le demolieron casi diez edificios!”. Le digo que no,
que es un tipo que torció su destino. “Yamasaki quería hacer arquitectura
efímera, pero le tocaron monoblocks. Por eso su obsesión de desmantelarlos al
poco tiempo de estrenados”, retruco. Estamos hablando del arquitecto autor del
complejo Pruitt-Igoe, de St. Louis, Missouri, y de las Torres Gemelas de NY.
Sí, claro, es el mismo. La primera vez el Estado le dinamitó seis edificios de
catorce pisos por razones parecidas a las que se usaron para demoler nuestro
Albergue Warnes. La segunda vez, un ataque terrorista le barrió dos más,
estrellándole aviones. Nos reímos de nuestro chiste de mal gusto.
En 1977 el crítico Charles Jencks incluyó en su libro El lenguaje de la arquitectura posmoderna
el ejemplo de la demolición de Pruitt-Igoe como final histórico del Movimiento
Moderno. Lo dijo así: “…murió el 15 de julio de 1972 a las 3:32 de la
tarde…” La hora es la de la primera explosión. Nadie se rió con su chiste de
mal gusto.
Tenemos la misma edad, con Santiago. Cincuenta años.
Entramos a la Universidad a tiempo, él a la de Montevideo, yo a la UBA. Me
confiesa que quería ser arquitecto solamente porque le gustaba dibujar, y temía
que Bellas Artes no tuviera una salida laboral real. “Complejo de clase media”.
Le digo que a mí me pasó igual. En ese compartir educación superamos enseñanzas
que se basaban en desprestigiar el Movimiento Moderno, sin lograrlo. La Ville
Saboye nos sigue pareciendo la reina de la historia de la arquitectura. “Y no
hay nada del posmodernismo que haya sobrevivido con salud a la década del
ochenta”, decimos, casi a dúo.
En el dúo él canta mejor, claro. Porque Santiago, además de
pintar estos bellos cuadros, es uno de los cuatro integrantes del Cuarteto de
NOS. Los creadores del himno rioplatense “Ya no sé qué hacer conmigo”.
Sigue en la página central de RADAR. ¡Gracias Santiago!
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