- Vos, que sos arquitecto.
Con toda la gente que vino a la playa, cuarenta grados
sin nubes, decidiste que había que buscar un lugar apartado, más allá del Neptuno. Por eso hiciste caminar a tu
familia con bolsos, sillas y sombrilla. Con las paletas. Por algo sos el primer
profesional de tu prole, el único capaz de trazar una recta más o menos derecha
mientras la tía Mecha arma el almuerzo, el tío Cocho clava la sombrilla, los
niños sacan los baldecitos y el perro muerde un hueso. Vos te largás a dibujar antes
de que te ocupen el sitio, cerca de la orilla para que la pelota rebote, pero
no tan cerca como para interrumpir la peatonal de los caracolitos.
Agarrás la paleta del revés, te agachás y clavás dos
centímetros el mango en la arena. Manteniendo ese leve hundimiento derecho
entre los pies, se empieza a caminar hacia atrás sin levantar el trazo. La
marca va naciendo entre tus pantorrillas de profesional. Tip uno: dar pasos breves y
enérgicos, contando con la mente hasta treinta. El lado corto de un field. Tus hijos te miran, tus sobrinos
te admiran. Marcar una cancha es como esquiar hacia atrás.
La esquina. Hay que saber que la línea dobla, pero el
ángulo es recto. En una cancha, las rectas se intersecan. Y el ángulo tiene que
ser de noventa grados; ni de ochenta, ni de cien. O sea: levantar el mango,
medir el ángulo a ojo o con un instrumento, para arrancar con exactitud de
geómetra. Segundo tip: el instrumental
puede ser este mismo Clarín colocado en la esquina; su visible ortogonalidad
fácilmente nos guiará con la perpendicular a trazar. Se repite la acción
anterior. El mango de la paleta entre las piernas, levemente hundido en la
arena, taca taca taca para atrás.
Pero esta vez contamos hasta setenta. El lado largo es el doble del corto, más
la red.
Intermedio:
tomar un descanso de cintura y una Gaitorei de limón, antes de cerrar la figura
regular. Oler el aire marino. Seguir con la vista a una vieja con
bikini fucsia.
La red. Ah, la red.
Problema matemático para ver en corte, pero a solucionar en planta. Al no poder
materializarla en altura (la arena se desmoronaría en la confección de un plano
vertical tan fino), dejamos una banda dibujada en el piso que proyecta el
trayecto mínimo que la pelota debería hacer en
horizontal, en el supuesto caso de pasar por arriba de una red imaginaria,
sin tocarla. Es engañoso, porque uno puede tirar una pelota fuerte, rasante,
incapaz de sortear el obstáculo de una red real, pero ganar el tanto igual. Tercer tip: ubicar siempre la red en mitad de
la cancha. A los costados, no sirve. Tampoco en el medio, pero paralela al lado largo.
Después hay que llamar a alguien que preferentemente sepa
jugar. Casi todos los adolescentes saben, pero duermen hasta el mediodía. Los
niños quieren, pero no hay que dejarlos. El tío Cocho mira desde la orilla
mientras encarna para corvina, el perro se muere por hacer caca sobre la red y
la única libre, que condesciende a acercarse dando un “bueno, está, bien, te
juego” es la tía Mecha, que tira solamente globos. Al infinito, y más allá, porque es gorda y tiene la fuerza de un
oso. Eso cuando le pega. La mayoría de las veces abanica jejenes en el aire.
El juego termina en cuanto la tía le da con todo y vemos
irse a la pelota hasta pasando el muelle. Eh,
señora, eh, bañero, ¿me la alcanza? Acá, acá. Dale,
pibe. Esa que rueda. Ella cruza la orilla a la velocidad de un
Fitito, y desarrolla una especie de medio disco de agua en el aire, vertical y
muy vistoso, que completa la circularidad en su mismo reflejo. Estas
salpicaduras son tan bellas que dejan a los bañistas y caminadores perplejos,
sordos a nuestros gritos. Por eso nadie responde: están obnubilados en la
extraordinaria belleza del objeto. Y la primera ola grande se lleva la pelota
definitivamente, hacia el océano. Tip cuarto:
¿cargar con una de repuesto? Falso: porque al mismo tiempo que la ola, con
limpieza de crupié, se la llevó,
también habrá borrado nuestras líneas. Recordemos: el dibujo en la arena es un
evento frágil. Y chau. Alpiste, fuíste. Si querés hacerlo de nuevo,
ya no te va a salir. La segunda vez vas a tener que aguantarte al pesado de
Cocho -que jamás pesca un puto cornalito y nunca nadie se le ríe- expresarse,
mirándote:
- Se te dobló la escuadra, arquitecto."
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