8.6.12

EL CRONISTA IMPARCIAL


Salimos a ganar, esa es la pura verdad. En el equipo blanco había uno peinado con gel que quería jugar y filmar al mismo tiempo, y el comandante era un soldado alto que se hacía el macho pero se lo veía muy metrosexual, con el pelo recogido en un rodete. La novia lo seguía a dos pasos de distancia para sacarle fotos a su amor. Había otro rival con barba candado… ¿qué soldier se deja una barba candado? En mi propio estudio de arquitectura no toleramos hombres ni con Crocs, ni con barba candado, con eso les digo todo. Menos que menos en una guerra… Uno solo tenía actitud, el de rulos con cara Universidad de Palermo, y nada más porque gritaba un poco. Mi plan inmediato, antes de conocer el resto de las consignas, fue barrerlo para demolerles la moral.
Nosotros los azules, en cambio, winners: nos untamos la cara con caca de rotwailler antes de entrar al campo. Carlos disparaba fumando Parisién sin filtro. Sebas te volteaba nomás con el olor a chivo. Y  Kike, bué. A  Kike los rivales lo vieron mientras se ponía el overol: tiene tatuajes  tumberos por todo el cuerpo. Tiene el dado. La espadita. La araña pollito. La v de Nike (pero no la cheronca, sino la de verdad). Shasduit jevi.
Yo comandé. Los destrozamos sin esfuerzo ni compasión. Y después nos tomamos todos los tragos que les ganamos. Al pibín de la orga paintbol le dieron lástima y decidió otorgarles un pequeño triunfo al honor… ¡Honor! ¡A ese grupo de bailarinas! Debe ser porque eran los que pagaban. También tenemos ese trofeúcho, aunque es bien pedorrón, de güevo Kinder. Lo robó Carlos de la mochila del comandante de los blancos cuando se distrajo para escuchar la conferencia de Lee Anderson.
Somos los peores, la resaca de la humanidad. Malolientes, sanguinarios, valientes.  Azules como el cielo de mi patria amada, defendida en Viecnan.  
Azules como Viagras.