"Los dibujos
salen o no salen. Con los cuentos también pasa, pero los cuentos se pueden ir
arreglando. Los cuentos se pueden corregir. El dibujo no. El dibujo es un golpe
rápido de efecto, al menos en la modalidad de croquis con la que yo trabajo.
Los instrumentos son los mismos que los de la escritura: un estilógrafo 0,8,
descartable, y una libreta de apuntes. El objetivo es mucho menos ambicioso que
el literario; apenas si gustar.
Puedo
croquizar un edificio y darle un poco más de onda de la que naturalmente tiene,
como pasa con el dibujo de la Plaza del Agua de Mardel, que es una construcción
muy simplona con aire de caricatura. En cambio, los edificios de Bustillo que
hacen de telón a la playa, son complejos en su aparente austeridad. Al
dibujarlos los tuve que simplificar un montón. Estábamos comiendo pescados y
mariscos con Cristian Alarcón y
Sebastián Hacher en el Muelle de Pescadores; ellos se pusieron a conversar de
Anfibia, su nuevo site, y yo agarré
un mejillón y lo froté sobre el papel. Así hice el rojo del Hotel Provincial y
el Casino, con una mancha pareja de salsa. Después dibujé el resto. Para el
croquis de la Villa Victoria estuve más ortodoxo: hacía frío, pero adentro de
la casona me esperaba un riquísimo desayuno en la mesa de Josefina Licitra.
Apenas dibujé la estructura de la fachada; adentro, al calor, completé los
detalles del ornamento y la pinté. La torta galesa estaba para chuparse los
dedos.
Sobre todo
salen o no salen las caras de la gente. De acá reconozco que me salieron muy bien
retratados Leopoldo Brizuela, amigo de mi infancia, y Juan Sasturain, que es
súper fácil de dibujar. A Leo Oyola lo tenía del Azabache anterior, pero esta
vez su cara no me funcionaba: le tuve que pedir un detalle al que agarrarme,
una especie de cofia negra que le había visto usar para atraparse el pelo. Otro
detalle capilar salva el retrato de Gabi Cabezón Cámara, mi hermana
marplatense: su diabólico peinado. Visualicé este croquis junto al arbolito al
principio de las jornadas, durante la conferencia de Jon Lee Anderson, pero lo
hice casi al final porque la Cabezón no se dejaba dibujar. Le tuve que prestar
mi computadora para que posara unos instantes. A los periodistas de policiales
los retraté en su propia mesa redonda, mientras Rodolfo Palacios, autor del
excelente libro “Adorables criaturas”, decía la frase “ser periodista de página
policial y no estar en la calle es como ser bombero y apagar incendios por
Internet”.
Para el
cierre del Festival, Balmaceda me pidió que cantara un tango. Yo la hice más
difícil; inventé uno, “Italpark”. El maestro Darío Landi le puso la música y lo
tocó en su guitarra. Lo habíamos estado practicando quince minutos antes y
salía bien, pero ahí al frente de todos los escritores la cosa se malogró.
Digamos la verdad: desafiné, que es casi decir no me salió. Las canciones, como
los dibujos o los cuentos, parece que también tienen eso de ser o no ser. Con dibujos pienso volver
a trabajar, aunque fracase. Cuentos también, es donde mejor me siento. Cantar,
eso si que no. Nunca jamás. Promesa."
Tinta negra para ilustrar la nota del Festival firmada por el gran Angel Berlanga
Tinta negra para ilustrar la nota del Festival firmada por el gran Angel Berlanga