"¡Yon!, ¡Yon!, ¡Yon!, ¡Yon!, ¡Yon!” : el coro, con aplausos y zapateos, llevó al tipo más alto de la fiesta, el rubio visible desde cualquier perspectiva, mientras tomaba un whisky alto también, por lo largo digo, acodado en la barra del bar marplatense La Guagua, a levantar el codo, apoyar el vaso y dar un paso de gigante para meterse en la ronda, a bailar a los saltos con un estilo que mezclaba tijeras de cosaco con nostalgias de ska. Antes, “Yon”, Jon Lee Anderson, el cronista de tantas guerras, el maestro de cronistas, el que contó como nadie lo que casi nadie, esa noche del sábado 12 de mayo, había estado charlando con muchos de los otros invitados del Festival Azabache de Mar del Plata y se había fascinado con las ilustraciones de Iñaki Echeverría: hubo intercambio de tarjetas ahí.
Y si empiezo a contar por acá, por el baile, es porque en el centro de cualquier festival, incluso adentro de la palabra misma, hay una fiesta. En el caso del Azabache, el festival de literatura negra y policial que, entre el 10 y el 13 de mayo, unió en su segunda edición a casi sesenta escritores, cronistas, periodistas y editores en un clima eufórico, cálido y feliz, casi como de viaje de egresados, más."
De mi hermosísima hermana postiza, Gabi Cabezón Cámara. Maravillosa crónica anfibia.