21.4.12

MADRE BUENA, HIJA MALA / JAVIER CHIABRANDO



"La lectura del diario El País de España del día 3 de abril de este año es toda una lección de periodismo, de historia, de política, de relaciones humanas e institucionales. Y después dicen que los gallegos están en crisis. Ese diario, además, es la prueba de que España, la niña mala, y Argentina, la madre sobreprotectora (y por carácter transitivo, toda Latinoamérica) siguen unidas como si el cordón umbilical que Colón inauguró siguiera bombeando savia y sangre de un lado hacia el otro; bueno, es una forma de decir, porque en realidad desde hace 500 años los que bombean oro, plata, pesos y petróleo, somos nosotros, siempre de acá para allá. Cuando hojeé (¿se dirá hojeé si uno mira el diario en Internet?) la citada tapa del diario tuve una impresión venida de los noventa: Habíamos llegado por fin al primer mundo. La portada tenía media docena de menciones a Latinoamérica, y notablemente tres dedicadas a Argentina.

Pero luego de la obligada lectura, hizo su aparición rampante la típica decepción tanguera que nos hizo famosos y me quedé con la alegría atascada en la garganta, pareciéndome como nunca antes a un cantante de flamenco. La tapa en cuestión incluía una editorial que era una severa amonestación de la hija pródiga hacia la madre bajo el título: "Va por el mal camino". Ya se sabe que tarde o temprano son los hijos los que retan a los padres (Ah, Freud, qué corto te quedaste) y ésta era una demostración más, en este caso de carácter internacional. España la hija alertaba que Argentina la madre que se estaba yendo al diablo y le pronosticaba un futuro negro. O sea, España nos pronosticaba a los argentinos un futuro tan negro como el presente de ellos.
Qué lejos quedaron los tiempos en que íbamos de la mano con nuestra querida lengua como estandarte. A veces, lo reconozco, más que madre e hija, fuimos hermanas, unidas en las buenas y en las malas, sobre todo las buenas de tu lado y las malas del nuestro. Qué orgullosos nos hacía sentir que, para construirte un futuro, miles de incas, tehuelches, araucanos, etc., que suman millones, hayan entregado voluntariamente sus precolombinas vidas. Cuánta felicidad nos daba contar, como si de una travesura se tratase, como simulamos que los espejitos de colores que nos daban a cambio de oro, plata y diamantes, eran realmente valiosos, como si fuéramos merecedores de una ilusión que nos permitiera olvidar nuestras insignificantes vidas de latinoamericanos, dejándonos caer en un mundo de literatura infantil como Alicia en el pozo. El último sacrificio que hicimos por tu felicidad, semejante a una madre que vende el medallón de la abuela recién enterrada para comprarle el nuevo celular a la hija, fue mandarte a Messi simulando que era débil y no crecía (cómo si no bastara la carne argentina para hacer de un alfeñique de 40 kilos un luchador de sumo)."