El futuro medido mediante el deshojado de las flores es
tan azaroso como las chances en la ruleta: si te toca par, no te quiere, si te
toca impar, sí. Es como el futuro que encuentra Margarita en sus hallazgos;
algo de “me quiere”, algo de “no me quiere”: una hipótesis caprichosa que tal
vez nunca se convierta en mañana, pero que es lindo practicarla para mantener
alerta la fe. Tengo una pila de libros en mi biblioteca sobre el año 2000
escritos en los sesenta y setenta; casi ningún autor acertó nada. Pero quién
les quita lo bailado de haber imaginado lo que vendría relajada y
despreocupadamente, por así decirlo: a pata suelta. Y de vez en cuando aparece
algo que se cumple, entonces, ¡chapeau!.
Gutman es una investigadora de la UBA, pero también es
una Margarita que predice el futuro. Los libros de Gutman nos tienen
acostumbrados a una incertidumbre divertida y son volúmenes de muchos pétalos.
Tengo dos arriba de mi escritorio “Buenos Aires 1910: Memoria del porvenir” y
el reciente “Buenos Aires, el poder de la anticipación”. El primero es el
catálogo de una hermosa muestra que Gutman hizo en el Abasto. Está auspiciado
por la universidad pública, el Fondo Nacional de las Artes y el IIED (Instituto
Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo de América Latina). Casi todos los
temas allí tratados en textos, fotos y grabados son acerca de la vida de
porteños e inmigrantes en 1910. Los títulos son: “Puertas del río y puertas de
la tierra”, “Vivir en los barrios”, “Construir la gran capital”, “La euforia
del centenario”. Es en este último capítulo que al libro se le cuelan veinte
páginas describiendo la idea que esos porteños tenían del 2010. Son extractos
de notas y dibujos de Caras y Caretas, La vida moderna, P.B.T. y páginas del
almanaque Peuser. Hay gente volando, puentes inmensos, tráfico desquiciado,
dirigibles, veredas móviles, máquinas imposibles y autopistas en las alturas.
Hay chistes, pero también hay dibujos de arquitectos. Como dispuesta a cumplir
el presagio de lo que vendría, Margarita Gutman editó una ilustración de Arturo
Eusevi fechada el 25 de mayo de 1910 para la tapa: rascacielos, calles aéreas y
varios niveles de ciudad en altura. Esas 20 páginas en 600 le comieron el
libro.
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