15.3.12

LA FILIGRANA EFÍMERA


Esta es la historia de una amistad.
Por un lado está Mel Krieger, un famoso pescador norteamericano, de esos que hacen de la pesca con mosca un arte cercano a la meditación zen. Fundó escuelas en España, Islandia, Chile y Argentina. Un tipo enamorado de Esquel, de Zapala y Junín de los Andes, que se pasaba los años en el sur, con sus cañas y su silencio. Por otro lado, Diego Ortiz Mugica, el otro personaje de esta historia: un fotógrafo argentino que trabaja en la Patagonia. Sus fotos forman parte de la colección permanente del MNBA. Es mosquero como Mel, y comparte sus amores locales: los paisajes, la paz de los lagos. Bueno, decir que es igual de mosquero que Mel tal vez sea una exageración: Diego es, ante nada y como tantos otros pescadores del mundo, un admirador de la técnica del americano.
Un día Diego estaba en su estudio de Bariloche y recibió una llamada. “Hola, soy Mel Krieger”. No le creyó. “Y mi abuelita es un salmón”, contestó, antes de cortar. Por suerte era un día de buen humor para Mel, que volvió a marcar el número del fotógrafo. Creo que entre ambos llamados hubo un mail de un amigo de Diego para avisarle que lo estaba buscando el idealizado pescador. Casi se muere por el bluff.
Mel quería que Diego le hiciera el testamento fotográfico. Le habían diagnosticado un tumor cerebral. Así le dijo. Diego aceptó, sin saber todavía que los próximos dos años de su carrera los iba a tener que emplear en el trabajo diario de seguirlo como una sombra. Como la sombra de una trucha plateada sobre el fondo límpido de un lago. El producto es un hermoso libro de grandes fotos en blanco y negro titulado “Fly Fishing Moments”.