"Yo tengo una teoría de por qué fue elegida presidenta. Y para explicarlo tengo que contar una anécdota del show business. Más o menos para la época del mundial de Francia, se empezó a ver y a escuchar a Ricky Martin de manera un tanto hartante. Ricky ya era muy famoso, pero esta movida lo ponía a la altura de Presley, por lo menos. Ese bombardeo desembocó en Ricky cantando la canción del mundial, privilegio que logra por un asunto de alcoba, y no de su alcoba, ayer secreta hoy tapa de medios, sino de la de Luismi, que andaba a los besos con Mariah Carey, ex esposa de Tommy Mottola, entonces líder de la Sony. Para vengarse de Luismi, Tommy Mottola (hoy esposo de Thalía), lo destronó como ídolo de la canción latina y lo reemplazó por Ricky, al que elevó a la altura de ídolo latino recontrasuperinternacional. (Y sí, los sabios rescatamos ideas de cualquier lado). Sarlo entra en esta categoría. No en la del show business, sino en este ejemplo. Mucho pueblo, que antes le era fiel a los Halcones de la Patria Bizarra, ahora andaba besándose con otro, o con el que ellos decían que no había que besarse. Para colmo, se habían quedado sin presidentes por esas cosas de la vida. Los que había tenido (Aguinis, Abraham, Eliaschev, Kovadloff, Sebreli) estaban cascoteados, agotados o envejecidos; o sencillamente no daban el tono adecuado: Abraham es fabricante de medias y eso, quiera uno o no, no ayuda; Aguinis no puede dejar de relacionar cualquier cosa con el nazismo; Sebreli está como Foreman cuando boxeaba a los 50 años ("Cristina tuvo el 54 por ciento, pero Galtieri tenía el 90 por ciento de aprobación"). Sacudiendo la galera, apareció del norte, una solución circunstancial, Vargas Llosa, que ocupó por unos días ese lugar de privilegio, pero seguramente era demasiado caro. Ahí es donde aparece Sarlo como el pase del año. Clarín y La Nación la hacen famosa como Tommy Mottola a Ricky para que sus lectores no se vayan a bailar con alguna cristina o cosas peores."
En Página 12 de Rosario