17.8.11

LA OBRA DEL TANO TALIANO

Tomás Maldonado se preguntaba en los 70, en una célebre nota titulada “¿Es la arquitectura un texto?” si un edificio podía ser “una suerte de escritura” que, en cuanto tal, fuera además objeto de lectura. “Al fin de cuentas”, elaboraba Maldonado, “frente a un edificio se está en condiciones de elegir un particular itinerario perceptivo. Y donde hay un itinerario, o sucesiones de experiencias perceptivas, es lícito, siempre en sentido metafórico, hablar de lectura”.
El artista plástico Alejandro Taliano reduce objetos de la calle, desperdicios, a lenguaje. Los corta, los enciende, los troza, los contamina y vuelve a armar objetos con otras formas y significados. Cada cosa que recogió la fracciona en letras de alfabetos ignotos, y con esas letras produce nuevas frases, sintagmas, sinfonías. Lo hace tanto con maderas o precintos, como con palabras o sonidos. Y si las cosas servían, o las palabras anteriores querían decirnos algo, las nuevas nunca podrán ser decodificadas, porque llevan inscriptas la inutilidad del arte. O mejor aún: las obras de Taliano pueden entenderse como textos deconstruidos –al decir de Derrida-, aunque ya no alcancemos a leerlas de manera corriente, y por eso mismo puedan atribuírsele carradas de nuevos referentes. Todos los referentes que hagan falta.
En las manos de Alejandro Taliano la lectura deja de escribirse para ser arte y el arte, sus croquis y maquetas, se entregan a la buena escritura como si se zambulleran a una pileta en vacaciones.

Y de yapa una nota en el sauna.

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