1.6.11

EL FESTIVAL AZABACHE EN PERFIL / GUILLERMO PIRO

"Un festival negro en la Ciudad Feliz Cansados de esperar y mirar con nostalgia y expectativas la Semana Negra de Gijón, ese festival de la novela policial que se lleva a cabo en España desde hace 21 años, tres escritores marplatenses —Carlos Balmaceda, Fernando del Río y Javier Chiabrando— pusieron manos a la obra y consiguieron instalar, ya desde el primer intento, un festival de novela negra propio. La idea no podía ser mejor, teniendo en cuenta, sobre todo, el auge de un género que no deja de sumar adeptos y cultores. El Festival Azabache está organizado por la ONG MDPNegraypol, una sociedad civil sin fines de lucro formada por un grupo de escritores y guionistas de Mar del Plata que tiene como objetivo fundamental la promoción, el fomento y la difusión de la literatura en general, y del género policial y negro en particular, en su relación con expresiones artísticas como el cine, la televisión, la historieta y la fotografía.
Contra lo que puede esperarse de las primeras experiencias de festivales de este tipo, la recepción fue multitudinaria, la organización milimétrica y la sustancia nutriente. Dicho de otro modo, no tuvo nada que envidiarle a su hermana mayor española, y nada impide suponer que la experiencia volverá a repetirse cada año, con argentina periodicidad. Las mesas redondas son la solución eficaz a la hora de hacer confraternizar y enfrentar a los escritores, de modo que no estuvieron ausentes en el Festival Azabache. A partir de una corta serie de palabras clave —víctima, inocente, pistas, culpable, crimen—, los escritores debatieron, usando esas palabras como disparadores que les permitían explayarse en cuestiones aledañas, en el infaltable anecdotario policíaco y en el inefable decálogo instructivo que ningún buen escritor de novelas policiales debería dejar de tener presente. Desfilaron por esas mesas redondas el uruguayo Hugo Burel, los argentinos Gustavo Nielsen, Mariano Valerio, Claudia Piñeiro, Vicente Battista, Lucio Yudicello, Juan Terranova, Sebastián Chilano, Pablo de Santis, Leonardo Oyola, Rodolfo Palacios, Guillermo Orsi, Gabriela Cabezón Cámara, Javier Sinay y el mexicano Fritz Glockner Corte, cada una de ellas moderada por uno de los anfitriones.
Las mesas redondas generan, en el mejor de los casos, cadáveres exquisitos con frases de antología y aseveraciones riesgosas pero, por eso mismo, movilizadoras. Como Gabriela Cabezón Cámara, cuando se preguntó si era posible no ya una literatura policial, sino una literatura, así, en términos generales, sin crimen. O Pablo de Santis, asegurando que los géneros literarios responden más bien a las expectativas del lector que le pide a la novela algo difícil de satisfacer, esto es, "que la novela responda a determinadas prerrogativas pero que al mismo tiempo lo sorprenda".
Mientras esas mesas redondas tenían lugar en el salón municipal de la Plaza del Agua, en La Bodeguita, el restaurante cubano y centro cultural de la calle Castelli, además de exponerse la muestra de fotografías Policiales, con material de archivo de los diarios La Nación y Clarín, Vicente Battista daba un taller de literatura policial a los presentes y, poco después, Cabezón Cámara, Leonardo Oyola y Javier Sinay presentaban dos libros de cuentos del argentino residente en España Carlos Salem, ausente con aviso. En el Teatro Colón, los tres días del encuentro, a las 14 y a las 16, se proyectaron películas del género —de Pablo Reyero, Pablo Fendrik, Mario Hernández, Gonzalo Calzada, Gastón Biraben y Víctor Cruz— y a las 11 de la mañana, a sala llena, Claudia Piñeiro, Guillermo Martínez y Hugo Burel dialogaban con Javier Chiabrando acerca de las tribulaciones que impilica llevar novelas a la pantalla grande (los tres vivieron esa experiencia en carne propia: Piñeiro con Las viudas de los jueves, Burel con El corredor nocturno y Martínez con Crímenes imperceptibles, llevada al cine por el español Alex de la Iglesia con el nombre Los crímenes de Oxford). Todos parecían coincidir en que la falta de dominio frente al producto fílmico es inherente al paso de un lenguaje a otro, algo que el escritor debería vivir con el suficiente desapego si lo que quiere no es amargarse la vida. Una frase de Hemingway citada por Claudia Piñeiro sirvió de cierre jocoso a la velada: "Cuando se venden los derechos para una película, hay que cobrar y salir corriendo".
Cierta vez Jean-Luc Godard ponía un ejemplo muy simple para demostrar por qué el género policial es el más extraño, el que reúne en sí mismo todos los otros géneros: basta imaginar a un policía ingresando en un ámbito donde no es esperable ver un policía; en una mesa redonda de escritores, por ejemplo. Una mezcla de terror, sorpresa y desconcierto podría adueñarse de los asistentes. Algo así, por suerte, no tuvo lugar en las jornadas del Festival Azabache, pero las discusiones que se dieron en ese marco indican que Godard no estaba tan lejos, que el policial es, sin duda, el género literario por excelencia, la madre y el padre de todos los géneros."

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