2.2.11

LA OTRA PLAYA MUTANTE / JUAN CARRÁ

- Durante la novela se trabaja un vínculo constante entre el plano real y el fantástico generando una fuente tensión narrativa que permite guiar al lector a lo largo de la historia amalgamando los dos planos ¿Te costó mucho alcanzar esto?
-No, en realidad me gustan los libros que cambian. Me gustan los libros que cierran sus historias y también los libros mutantes; un libro puede empezar como una cosa muy realista, onda Reymond Carver, y que eso pueda volverse irreal. A mi la idea de lo ficticio, de lo ficcional en lo cotidiano no me parece ni forzada, ni fuera de época. Algunos dicen que esto terminó en Cortazar, a mí me parece que no, que sigue… y sigue porque la vida misma te lo pide. Vos vas cumpliendo tareas y de golpe te pasan cosas raras y están en tu vida… te obligan a cambios. Muchas veces uno cambia en la vida por suposiciones, porque cree que tal cosa puede pasar, son situaciones que son agoreras y a veces no… A veces tiene que ver con poner la energía en otro lado, o esperanza en que algo va a cambiar o suceder… A mi personaje lo maneja un poco el destino y cierta cosa ficticia, que se sobrepone a lo real y crea el cambio.

- Te definís como una persona “totalmente atea”, sin embargo en el libro se esboza una idea de la vida después de la muerte ¿Cómo abordas el tema?
-Es una creación absolutamente ficcional en la que la vida después de la muerte es igual a la vida, nada más que no hay Coca Cola (se ríe). Borges tiene una conferencia sobre el cielo que plantea Emmanuel Swedenborg y es una especie de cielo altruista, de trabajo… o sea que seguís trabajando. La idea de la sociedad… mantener algo. ¿Por qué una sociedad después de la muerte iba a ser distinta? Tiene que haber esfuerzo, trabajo, tiene que seguir… Esa idea de continuidad que da Swedenborg me parece atinada… Qué vas alcanzar, ¿la eternidad?, es una estupidez… me parece que si hay algo, debería ser algo bastante corto también y no como una vacación…

La nota completa en "El Atlántico"

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