6.1.11

A JUAN MANUEL CANDAL LE GUSTÓ MÁS DOLI / LEEDOR

“La otra playa” empieza con un primer capítulo que sorprende en el tono y el abordaje narrativo: es Nielsen resucitando a Carver (no plagiando, sino canalizándolo, trayéndolo a la literatura vernácula). Si ese capítulo fuera un cuento, diríamos que es el más carveriano de su producción: dos parejas que se reúnen, una de las cuales está en crisis, y este contraste pesa sobre los hombros de uno de los personajes, que acarrea con una culpa abstracta.

Como si Nielsen quisiera que encontremos este parecido, luego, en otros capítulos de la primera mitad del libro añade gente con problemas de alcoholismo y hasta una escena de pesca. Ya se sabe: parejas en crisis + alcoholismo + pesca = Carver. Igualmente, para entonces, la novela ya se ha metido en otro terreno. De repente enfila en una dirección que parece llevar a un camino de metempsicosis: el matrimonio protagonista (junto a la pareja amiga) se reúne a ver series de diapositivas de una tercera pareja a la que nunca conocieron. Las diapositivas les llegaron casi por azar, pero se divierten buscando el hilo de la historia que une las imágenes proyectadas. Mientras, el protagonista, parte de la pareja conflictiva, culpable por sentir que ya no está seguro de amar a su mujer, empieza a obsesionarse con fotografiar a gente extraña, entre ellas, una chica a la que nunca vio antes, y que sin embargo le suena como un eco reconocible, magnético. Algo que por momentos confunde con un enamoramiento. Aquí, Nielsen ya está en ese terreno cortazariano en el que tan bien se maneja: entramos a una situación aparentemente normal y de repente personaje y lector nos encontramos con una extrañeza que no podemos terminar de comprender. Pero que no deja de llamarnos."

La crìtica completa, en Leedor.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario