30.12.10

QUE CADA UNO ESCRIBA EL FINAL PARA SU AÑO / CLARÍN

"Mi amigo Luis Campos me mandó una tarjeta de finde con un contador antiguo, de máquina registradora, en el que se lee el número del año por venir: 2011. La máquina exhibe, además, una tecla de START, con lo que queda claro que para empezar el nuevo año debemos hacer el esfuerzo de apretarla. Podemos esperar hasta las cero horas del 31 de diciembre, pero también podemos apretarla en cualquier otro momento. Con lo que este año terminaría cuando lo necesitamos y el que viene empezaría cuando quisiéramos. Me gusta esa máquina para empezar mis años.

La imaginación es una biblioteca inestable estando vacía, que se robustece y estabiliza con los libros leídos. Cuantos más volúmenes comprenda, menos parece que se fuera a caer, como si su integridad creciera con el peso. Es una lógica reñida con la estática. En una biblioteca real, hecha de madera y sostenida por escuadras metálicas, los estantes se doblan con la acumulación.

Este dislate de la gravedad está amparado en el absurdo de que las cosas de la creatividad, sus razones y sus síntomas, no pertenecen a los mundos racionales de la física. Son otros mundos, raros, de reglas propias, no compartidas con el resto de la razón humana.

Esta lógica irracional de la imaginación también se puede aplicar para la memoria. La memoria es como un gran galpón que no funciona como un galpón común. Cualquier peón de depósito sabe que cuantos más objetos guarde adentro de los límites físicos de sus cuatro paredes, menos espacio libre tendrá para los que le falte ubicar. Nuestro galpón de la memoria, en cambio, se engrandece con la profusión.

La idea de un espacio conjetural elástico e imposible de asir es como el tiempo de los años, la recurrente vuelta a empezar después del fin. Ese rito de cambio al que asistimos en las fiestas, cada vez. Al que asistimos hoy. Un año se termina, otro empieza. Y al 2010 le sigue el 2011..."

Continúa en el diario.

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