8.3.10

EL SECRETO DE SUS OJOS / RADAR

Prefiero ver películas argentinas con mi mamá. Josefina es la única mujer que conozco que es capaz de quedar cautivada por una genialidad quieta del cordobés Santiago Loza o por la pericia comercial de una de Campanella. Filtra todo lo malo; de lo nuevo se queda, especialmente, con Rejman y Martel. Josefina ve más que el resto de la gente, y no sólo detalles, descubre las trabas narrativas como si alguna vez hubiera escrito para el cine. Es de la generación que aprendió a ver películas viéndolas. Sus maestros fueron Antonioni, Fellini, Losey y Buñuel, directamente de la pantalla grande. Y la boludización autoexplícita de jólivud de todos estos años no logró borrarle lo que adquirió de niña.
Vi “El secreto de sus ojos” con ella, y a la salida fuimos a tomar un café. Esperaba que le encantara sin críticas, porque está en el límite bueno de lo que solemos soportar. Y en verdad la adoró, pero me dijo “vos podrías haberle puesto un final más acertado”. Me gustó que lo dijera, aunque, pensé: es mi mamá. Pero agregó: Mucho mejor final le hubiera puesto Guillermo Martínez. Me quedé helado. A lo mejor Martínez es mi hermano Rex y yo, Meteoro, sin saberlo. Entonces ella dijo que al broche de “El secreto…” le faltaba sadismo. Que era demasiado correcto. Que se podía hablar de lo mismo, de la misma historia reciente argentina, pero con la sorpresa de eludirla al final, magistralmente, como Guillermo hace en “Infierno grande”.

(Sigue en Página 12)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario