5.11.09

EL ABORTO NO HACE FELIZ A NINGUNA MUJER / LVI

“Si el Papa fuera mujer, el aborto sería ley” es una pintada sobre uno de los paredones del Hospital Moyano, el manicomio municipal de mujeres de Buenos Aires. No parece la frase de una enferma mental.
Entre los discursos más estúpidos de la humanidad, a mi criterio, está ese que dice que hay que tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Debería decir: criar un hijo, cuidar un árbol y publicar un libro. Seamos sinceros: un hijo lo tiene cualquiera, hasta por error. Criarlo es un trabajo concienzudo, de años de dedicación. Con el árbol pasa lo mismo: tiempo, riego, abonos, podas. Para publicar un libro en una editorial como mínimo tendría que estar bien escrito, después debería poder contar algo interesante, dar una novedad, tener prensa, público, lecturas…
“Cada año se producen entre 460 mil y 600 mil interrupciones voluntarias del embarazo en la Argentina. (…) A lo largo de su vida fértil, en promedio, cada mujer argentina tendría dos abortos inducidos”. Los datos los estoy copiando de un libro de la periodista Mariana Carbajal titulado “El aborto en debate”, que acaba de salir por la editorial Paidós.
Basándose en el concepto de que la clandestinidad no detiene las realizaciones de un aborto, sino que aumenta sus riesgos, en el Hospital Argerich armaron un servicio de consejería “pre y post aborto”, dedicado a las adolescentes del conurbano. Es un modelo copiado del Uruguay, país de avanzada en relación al nuestro en lo que concierne a leyes innovadoras: fue también el primero de Sudamérica en tener el divorcio y el casamiento civil entre personas de un mismo sexo. Allá, incluso, la conserjería está avalada por el Estado. El Ministerio de Salud, la Facultad de Medicina, el Sindicato Médico y la Sociedad de Ginecología.
El servicio es esencialmente para cuidar a la mujer que tiene que pasar ese mal rato. Sandra Vásquez, la doctora a cargo del proyecto dice: “Se escuchan siempre diferentes opiniones sobre si el aborto debe ser o no ser legal, si es ético o no, si es un derecho de la mujer, entre otros, pero la realidad es que el aborto existe por fuera de estas discusiones y hay un punto en que debería haber una sola opinión: ninguna mujer tendría que poner en riesgo su vida a causa de la interrupción de un embarazo”.
Probablemente los que lideran grupos no abortistas son los que acceden a una mejor educación y a métodos anticonceptivos. Y seamos realistas, en el caso de estar obligados a hacérselo podrían ir a las mejores clínicas, donde la aberración se confunda con operación. El problema es definitivamente social: lo que se discute no es la vida o no de un niño, sino que algunas mujeres pueden acceder a un aborto aséptico por su estatus (y a lo sumo tendrán solamente un conflicto moral), mientras que las otras se morirán desangradas en su propia cama por la perforación de útero con una aguja de tejer. Ricas o pobres, todas las que lo deben hacer, lo hacen. Las pobres, mueren.
Vázquez agrega: “No se puede abandonar a estas pacientes a su suerte; nosotros, como profesionales, tenemos el saber médico necesario para diminuir los riesgos y daños de un aborto y es nuestra responsabilidad asesorar y acompañar en este trance”. Bien por el Argerich.
El aborto es algo a lo que ninguna mujer quiere llegar. En la Argentina los mismos que denostan el aborto, denostan la educación sexual. Parece una incoherencia, pero no: es dominación de clases. Si yo tuviera que odiar el aborto, simplemente haría que ninguna mujer quedara embarazada sin desearlo. No solo para que no se mueran las madres, también para salvar a los embriones y para que no nazcan hijos no queridos, que probablemente serán mal criados o abandonados. El aborto es la última de las opciones para el no deseo.
No se puede entender que a una mujer a quien no se le ha dado la conveniente educación sexual, la sociedad la juzgue como asesina a la hora de abortar. El mismo sector social que le prohibió la educación será el que después la juzgue. Se parecen a esos que se te acercan en las plazas con un cartel que dice “SÍ A LA VIDA”, pero era nada más que para venderte un prendedor.

Con algunos retoques, en el diario cordobés.

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