10.11.09

ANDY WARHOL POR ARTHUR DANTO / RADAR


No tengo interés en escribir una autobiografía ni una nueva biografía de Warhol, pero siento que es importante explicar su importancia para mí. Lo que hace a Warhol, en mi opinión, un artista tan fascinante desde el punto de vista filosófico. Visitar su segunda muestra en la Stable Gallery en 1964 fue una experiencia transformadora para mí. Me convirtió en un filósofo del arte. Hasta ese punto, aunque mi interés en el arte –y en especial en el arte contemporáneo– había sido muy grande, no había tenido un interés especial en la filosofía del arte. No veía una forma interesante de unir filosofía y arte. La muestra consistía en cientos de lo que parecían cajas comunes de almacén, apiladas de la misma forma que lo estarían en un galpón de supermercado. Entre éstas estaban las Brillo Boxes, que parecían reales. La caja Brillo puede ser considerada un icono estadounidense, supongo, pero sólo porque Warhol la convirtió en uno. Es su trabajo más famoso y yo lo considero su obra maestra. Como pieza de diseño comercial es un knock-out. Irónicamente, su diseñador era un artista comercial con altas ambiciones como artista plástico, de hecho era un expresionista abstracto llamado James Harvey, de Detroit. Pero para mí la pregunta no era qué lo hacía tan bueno, sino qué lo hacía arte. La Brillo Box me ayudó a resolver un problema tan viejo como la filosofía: cómo definir el arte. Más que eso: me ayudó a explicar por qué es un problema filosófico en primer lugar. No hace falta decir que una definición adecuada de arte tiene que cubrir al arte de una forma universal. Tiene que explicar por qué la Mona Lisa es arte, por qué Rigoletto es arte, por qué Washington Crossing the Delaware es arte. Tiene que explicar por qué cualquier cosa es arte. Mucha gente en aquellos días estaba preparada para decir que la Brillo Box no era arte. Yo sentía que estaban equivocados, por supuesto, y realmente amaba la Brillo Box. Pero lo que tiene de hermoso para la filosofía es que es un trabajo tan sencillo –una mera caja oblonga con impresos en su tapa y sus costados–. No tiene nada de complejo, realmente, en comparación con la típica pieza de pintura de expresionismo abstracto.

Lo que hace de Andy un icono, por supuesto, no es que sea tan instructivo filosóficamente, aunque ése es un aspecto importante de su virtud como artista. Lo que lo hace un icono es que su material y sus temas siempre son algo que el estadounidense común puede entender: todo, o casi todo de lo que hizo arte venía directo de la vida diaria de estadounidenses muy comunes. Cualquiera que vive el estilo de vida estadounidense puede decir cómo es una caja de almacén, y dónde encontrar una, y para qué la quiere uno. O puede decir dónde se puede conseguir una lata de sopa Campbell, cómo prepararla y en general cuánto cuesta.

El mundo de lugares comunes de los objetos industriales de todos los días por supuesto había sido mirado con desprecio, estéticamente, por aquellos que se deleitaban en el buen gusto. Y las imágenes de los carteles publicitarios y de los cómics y de las revistas pulp habían sido consideradas estéticamente irredimibles por los mismos árbitros del juicio estético. La comida rápida poluciona el cuerpo de la misma manera que, no hace tanto, se creía que los cómics corrompían la mente. Cuando yo era estudiante en París, se decía que la Coca-Cola producía cáncer. Estados Unidos era, para citar un título del expatriado Henry Miller, “una pesadilla de aire acondicionado”. En el siglo XIX, el Art and Crafts Movement condenó el mobiliario producido industrialmente. Hasta los años ’60, el arte se plantó implacablemente contra la cultura común en este sentido. Pero de repente, en los ’60, había artistas verdaderos que tomaban la posición contraria, celebrando lo vernáculo en pinturas que se apropiaban de los colores chatos y las líneas gruesas del arte comercial. Los gustos y valores de las personas comunes de pronto eran inseparables del arte de vanguardia. Ese arte, desde mi perspectiva, mostraba el camino para traer a los barriales de la estética la claridad de la filosofía analítica.

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