“El hombre que haya atravesado, en el curso del día, treinta clases de gozos, habrá dado a cada uno aproximadamente media hora; aquel que no haya probado más de quince, les habrá dedicado el doble de tiempo, aproximadamente una hora por sesión, o dos horas si se ha limitado a ocho placeres. Es evidente que el primero, limitando cada placer a media hora, habrá abusado mucho menos, se habrá acercado menos al exceso qe el tercero, el cual habrá dado dos horas a cada sesión. Cuatro hombres se quejan de indigestión al día siguiente de una comida larga y prolongada: se puede asegurar que tres de ellos habrían escapado de la indigestión si la comida hubiese durado la mitad.
Los generales de Alejandro hicieron una orgía de ebriedad y glotonería que se prolongó durante toda la noche; cuarenta y dos de ellos murieron al día siguiente: si la orgía no hubiese durado más que dos o tres horas, no habría muerto uno solo, porque se habrían evitado los excesos que ordinariamente no tienen lugar sino al final de la comida y en las sesiones demasiado prolongadas.
Según este principio, cuanto más numerosos y frecuentemente variados sean los placeres, menos se correrá el riesgo de abusar de ellos, pues los placeres, como los trabajos, se vuelven prenda de salud cuando se los usa moderadamente. Una cena de una hora, variada por conversaciones animadas que previenen la precipitación, la glotonería, será necesariamente moderada, sirviendo para reparar las fuerzas que usaría una larga comida sometida a los excesos, como las grandes cenas de civilización, las reuniones morales de electores, francmasones, corporaciones, y otros que pasan medio día en la mesa en honor de la dulce fraternidad.”
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