22.7.08

SANTUARIO / SANDRA RUSSO

Tengo que hablar con mi diariero, porque este sábado, sin que nadie se lo pidiera, tiró abajo de mi puerta La Nación y me amargó la mañana. De no haber sido por eso, me hubiese ahorrado leer, en la página 18, un título increíble: “La gente transformó la casa de Cobos en un virtual santuario”. La bajada decía: “Como a un ídolo, le dejan regalos, le tocan el timbre y lo acosan por teléfono”. Eso es lo que hace “la gente”. Abajo, pequeña, muy pequeña, otra nota: “Ruidosa protesta kirchnerista”, cuya bajada indicaba: “Un grupo oficialista hizo pintadas y le pidió que renunciara”. Los kirchneristas no son gente, sino parte, supongo, del zoológico al que hizo mención Llambías la semana pasada, sin que ningún analista de los diarios de mayor circulación ni de los programas periodísticos del cable considerara esa expresión racista, al menos, de poco feliz. Cobos tampoco. Su corazón parece que no le dictó nada al respecto.

Esto de hablar de “santuario” es, además de exagerado, una muestra del destino que prevén para el mendocino esos medios que hoy articulan la política argentina de acuerdo a sus propios intereses. Si la libertad de prensa puede ser excusa para estas operaciones es una cuestión que merece un debate abierto que implique a toda la sociedad.

Mientras tanto, un par de consideraciones. Que el hombre haya complacido a los factores de poder pisando fuera del plato del gobierno con el que adquirió un compromiso, es una cosa. Pero eso es algo en todo caso más humano que divino, y eso que, como decía Bertrand Russell, en este caso “divino” puede asociarse con Dios pero también con Júpiter o Isis, cuya inexistencia es tan indemostrable como la existencia de otros dioses. Qué cosa, Dios. Dijo Carrió que Cobos fue Su Instrumento en la madrugada del último jueves, cuando la iniciativa del Gobierno fue derrotada en el Senado. Será un Dios que no echa a los fariseos del templo, sino algún Otro, que se complace en que los ricos pasen cómodamente por la cerradura y detenten el poder. Y qué pena para Carrió, que su Dios le impidió a ella congratularse en el escenario, junto a Miguens y Llambías, en su caso no por la vía abierta a la renta extraordinaria, sino por el debilitamiento de un Gobierno que le inspira un odio que, vaya, ¿aprobará Dios? (Sigue en Página 12)

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