15.7.08

CHICHIS Y CAMAS / MI DEBUT EN LA VOZ DEL INTERIOR

Desde los 12 años, el hombre sueña con encamarse. La adolescencia es la marca de la desesperación más absoluta. Para eso nos tienen que crecer la barba y el tamaño de la cosa, la voz se nos tiene que poner gruesa y deberemos cambiar los slips con muñequitos por boxers con muñequitos. El objetivo será cumplido un poco más tarde, a los 14 ó 15, según el adolescente sea más o menos nerd. La cama que va a utilizar es la de su cuarto, con toda la familia en la planta baja, preguntándose por qué tanto silencio. Desde los posters de las paredes lo mirarán hacer todos los cracks de fútbol y algunas chicas de almanaque. Eso es lo normal. A mi también me miró Cortázar, por lo que se imaginarán que empecé bastante más tarde. Mis padres se habían ido a Necochea: teníamos la noche libre.

Después de esa primera vez torpe y rápida, la mira del hombre universal alza la apuesta en la cantidad. Ahora querremos estar con dos, como en el rock, y no pararemos hasta conseguir el objetivo. Si fuera posible, una rubia y una morocha, y sin pagar. Pagándoles no tiene gracia. La fiesta tardará en llegar o no llegará nunca; el objetivo es difícil y las chichis parecen no comprenderlo.

No por nada el ángel de Barbarella salva una rubia y una morocha del fin del mundo, y se las lleva colgando a una de cada brazo. No sé si el diálogo que tienen es el que yo recuerdo, pero me parece que la morocha le increpa que haya salvado a la otra, y le dice “ahora me darás la espalda”. A lo que el tipo contesta: “los ángeles no tenemos espalda”. Pasar por intelectual citando la película de Roger Vadim tampoco ayuda a convencer al mal llamado sexo débil... (seguir leyendo en el cuerpo del diario)

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