- ¿De modo que quieres abrazar la religión? Esto es una pena para mí, Aliocha. Me había acostumbrado a tenerte conmigo... Sin embargo, esto significa para mí una buena ocasión, ya que podrás rogar por nosotros, los pecadores que no tenemos limpia la conciencia. Más de una vez me había preguntado: ¿quién rogará por mí? Mi querido Aliocha, yo soy un ignorante en estas cuestiones. No lo dudes: un ignorante en toda regla. Sin embargo, a pesar de mi estupidez, reflexiono a veces y me digo que los demonios me arrastrarán con sus garfios cuando me muera. Y me pregunto: ¿de dónde salen esos garfios? ¿Son de hierro? ¿Dónde los forjan? ¿Tendrán los demonios una fábrica...? Los religiosos están seguros de que el infierno tiene techo. Yo creería de buen grado en el infierno, pero en un infierno sin techo, como el de los luteranos. Resulta más fino, y además es un infierno mejor iluminado. Tal vez me digas que qué importa si tiene o no tiene techo. Pues sí que importa, porque si no hay techo, no hay ganchos, y entonces no me podrán colgar. Y si no me cuelgan, ¿dónde está la justicia del otro mundo? Habría que inventar los ganchos para mí, sólo para mí. ¡Si tu supieras, Aliocha, lo sinvergüenza que soy!
- Allí no hay ganchos -dijo Aliocha en voz baja, mirando a su padre gravemente.
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