Pastor Caeiro
a la poesía lírica
no la mates.
Tú piensas
en el poema
y nos dejas
en el yermo
con el quejido
de unas ovejas
amnésicas
que sólo balan
simbólicamente.
Si vieras
qué fue de la vida
de Títiro y Salicio
del jardín latino
a la covacha
de tres tablas,
en el borde
donde la ciudad
se espesa.
Les he hablado:
¡Allí donde existió
el verde
no pueden
pintar con verde!
Mas ellos
no hacen caso:
Si sopla viento
es porque el aire
se lamenta,
y al cerrar el grifo
escuchan el ruido
de una voz…
Pero no es su culpa.
Nuestro mal está en el alma
-dijo Horacio-.
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