14.4.08

IGOR BARRETO / EL LLANO CIEGO

1
Recuerdo un paseo con el cronista de la ciudad de San Fernando, don Julio César Sánchez Olivo. Nos deteníamos en cada esquina y él me iba diciendo: Aquí estuvo la farmacia Libertad (ahora había un edificio); Aquí la antigua fábrica de hielo (ahora tan solo un terreno baldío). Luego de aquellas caminatas pensé que cada objeto merecía perdurar y ser memoria de un tiempo, ya que solo lo antiguo tiene corazón. San Agustín creía que el presente debía conjugarse como presente-pasado o presente-futuro. Pero por desgracia entre nosotros, por desgracia para las cosas, para calles y ciudades, aquí el presente le sigue al presente en un mundo de pura y maciza cotidianeidad.

2
En cine existe un recurso de puesta en escena que podría resultar revelador. Me refiero a la aplicación de la geografía imaginaria, mediante la cual se construye una locación uniendo con el montaje partes o imágenes de distintos lugares. A pesar de que las partes son reales el todo es siempre imaginario. Eso ocurre en la mente de un exiliado, sus recuerdos corresponden a sitios concretos, pero el todo de su vida es imaginario.

3
El exilio como una categoría de la existencia, el abismo y la palidez del pensamiento son condiciones ya internalizadas en nuestra vida cotidiana. La primera forma de exilio que padecemos es una que tiene como ámbito lo temporal. Nuestro presente es sólo el tiempo de hondas desilusiones. He ahí la causa de la irrealidad que nos acompaña. Muy pocos tenemos patria en un país del pasado.
Alguna vez Derek Walcott se atrevió a afirmar que en los orígenes del Nuevo Mundo está la amnesia. De estas cosas hablo como lector de poemas, esas vasijas donde guardamos el curso de la sensibilidad.

4
Existen fatales correspondencias entre el personaje principal del film Dersu Uzala (1975) de Akira Kurosawa y la tragedia del jefe de botones de la clásica cinta expresionista El último hombre (1924) de Friedrich Murnau. El personaje de Murnau (interpretado por Emil Jannings) vio trágicamente suplantar su identidad, su nombre, la puerta de entrada a su carácter, por una supuesta identidad social que le brindaba el vistoso uniforme del hotel Atlantic. La alemania pangermánica donde germinaban el fascismo y el comunismo inauguró en nuestro siglo estasx mutilaciones de la persona. La dramaturgia del “yo” que los expresionistas llamaron “ich-drama” conducen al personaje encarnado por Jannings hasta un final paródico y deshonroso. En cuanto a Dersu, viejo y acorralado por una deidad feroz que lo acecha bajo la imagen de un tigre de Bengala, decide renunciar a todo aquello que lo hizo admirable: su naturaleza de hombre comprenetrado con la selva entre Rusia y China, y su aguda cultura de cazador. Aquel pánico lo llevó a refugiarse en la pequeña casa citadina de la familia Arseniev, lejos de la taiga. Dersu desafió su destino y, al querer regresar, casi ciego, la muerte lo sorprendió con bastardía a manos de unos ladrones. Cuando alguien se aparta de la tradición, cuando se pierde el nombre que encabeza la historia que somos de una manera única, sobreviene (casi siempre) una muerte banal, y a medias tintas desfallecen el cuerpo y el espíritu.

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