28.4.08

FACUNDO Y LOS FUSILADOS / DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO

"Una diputación de niñas, rebosando juventud, candor y beldad, se dirige hacia el lugar donde Facundo yace reclinado sobre su poncho. La más resuelta o entusiasta camina delante, vacila, se detiene, empújanla las que la siguen, páranse todas sobrecogidas de miedo, vuelven las púdicas caras, se alientan unas a otras, y deteniéndose, avanzando tímidamente y rozándose entre sí, llegan al fin a su presencia. Facundo las recibe con bondad; las hace sentar en torno suyo, las deja recobrarse, e inquiere al fin el objeto de aquella agradable visita. Vienen a implorar por la vida de los oficiales del ejército que van a ser fusilados. Los sollozos se escapan de entre la escogida y tímida comitiva, la sonrisa de la esperanza brilla en algunos semblantes, y todas las seducciones delicadas de la mujer son puestas en requisición para lograr el piadoso fin que se han propuesto. Facundo está vivamente interesado, y por entre la espesura de su barba negra alcanza a discernirse en las facciones la complacencia y el contento. Pero necesita interrogarlas una a una, conocer sus familias, la casa donde viven; mil pormenores que parecen entretenerlo y agradarle, y que ocupan una hora de tiempo. Ellas mantienen la expectación y la esperanza. Facundo al fin les dice, con la mayor bondad: ¿No oyen ustedes esas descargas?"

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