El óxido me va pareciendo bonito
a medida que crezco.
Donde antes veía manchas,
cascaritas,
ahora encuentro belleza.
Hasta las humedades en las paredes
me parecen hermosas,
con sus eflorescencias distraídas.
Digo: vos tenés la culpa, madurez.
Mi propio cuerpo fabrica sus festones
y los lunares se abren como ventanas
de sótanos discretos.
El óxido me ha enseñado a verlos
de cerca.
Me ha llevado hacia ellos con una lupa sabia.
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