La Villa Valmarana ai nani está cerca de la Villa Rotonda de Andrea Palladio, en Vicenza.
Ai nani quiere decir con enanos, o algo así (habría que preguntarle a Salvo Tavella), y se refiere a los enanos de las fotos, que están dispersos a lo alto del muro perimetral que rodea la casa. Son estatuas de cemento hechas por el escultor Francesco Uliaco. La historia es ésta:
Al magnate propietario de la Villa, allí por el 1700, le nace una única hija deforme. Muy. Para evitar que ella repare en sus defectos físicos, el padre decide rodearla de criados también deformes. Enanos de cabeza gigante, otros microcefálicos, jibosos, liliputienses, elefantiásicos. Muchos de estos criados, a medida que la chica crecía, se morían. Entonces Uliaco les hacía un vaciado de yeso de la cabeza para utilizar como molde a tamaño natural de la estatua, y les recreaba un cuerpo posible. Uno a uno los paraban sobre el alto muro, y renovaban el staff con nuevos enanos vivos.
Así llenaron esa tapia oscura. A los veintiocho años, la chica se enamoró de un desconocido que vio pasar a lo lejos, por afuera de la Villa, a través de los gruesos barrotes de la puerta de entrada. El desconocido era joven, era normal. El padre lo mandó a llamar y le ofreció tomar el té con la familia. Prepararon a la chica con los mejores vestidos y perfumes. El joven huyó despavorido ante la presencia de ese monstruo. La chica se suicidó una semana después.
Parece un cuento mío, pero es cierto.
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