Escribí estos cuentos entre los 15 y los 25 años. El primero fue “Alucinantes caracoles”; el segundo, “Las fotos”. Con esos dos, más un esbozo de “Tatuaje de cartón”, que en aquellos tiempos se llamaba “Rojo”, gané la Bienal de Arte Joven del año 1989 y el certamen “La ciudad convoca a sus creadores”, organizado por el desaparecido Concejo Deliberante de la Municipalidad de Buenos Aires, en 1993. Esos dos premios me permitieron empezar a publicar. “Playa quemada”, mi primer libro, fue editado por primera vez en Alfaguara, en el año 1994.
Volver a leerlo me resultó una tarea extraña. Me sorprendió descubrirme como un joven que quería innovar en la forma. Cuando emprendí la corrección de estos cuentos sólo tenía un vago recuerdo de esa preocupación, y se centraba en el cambio de primera a tercera persona en el cuento de los caracoles, una reescritura de “La intrusa” de Borges. El cambio, para mi recuerdo, ocurría en el momento en que el título del maestro Borges se hacía ver. Y es así como debería haber sido. Sin embargo, el título estaba puesto en cualquier lado. Para preservar las intenciones del joven Nielsen, ahora lo escribí en su justo lugar.
Otra sorpresa fueron las tres personas que narran “El círculo de los ojos de Fabiana”. Y el paso brusco de cuento a diario en “Playa quemada”. Me había olvidado de esas complejidades forzadas. Hoy no los escribiría así. En el camino perdí la voluntad de innovar, reemplazándola (quiero creer) por la simplicidad del contar.
El dibujo de tapa de aquella edición de “Playa quemada” fue el primero que hice de una larga serie de tintas en blanco y negro y a color. Abrió en mí, sin querer, una motivación plástica que se hizo más valiosa y más compleja con el paso del tiempo. Los caracoles de la tapa que ilustran esta edición estuvieron expuestos en varias galerías de Buenos Aires.
Por último, y tal como lo hice en mi primera edición, repetí la dedicatoria este libro a mi abuela Pima, madre de mi mamá, a quien quise mucho. El estilo de un escritor puede cambiar a lo largo del tiempo, pero los afectos verdaderos perdurarán por siempre.
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