EL MONSTRUO EN CASA
Un río que atraviesa una ciudad es una oportunidad para disfrutar de un paisaje diferente. No podemos imaginar París sin el Sena, ni Londres sin el Támesis. El curso de agua rompe a su capricho el laberinto de manzanas que cruza, y las vuelve excepcionales.
Un río urbano es una calle rara. Para transitarla es necesario saber remar. Para cruzarla, tener un puente.
El río nos refrescará, nos recordará a las vacaciones. Y será también un pez que nada, un barco que flota, un joven que pesca y variedad de pájaros y árboles… si está vivo.
El Riachuelo es la calle muerta de Buenos Aires. La venimos asesinando desde que nos bajamos de los barcos. El Riachuelo es nuestro cáncer urbano, ese tejido que se degeneró y amenaza con matarnos, si toma todo el cuerpo. Como el cáncer, crece, se propaga malignamente. Un monstruo negro. El monstruo de Buenos Aires.
LA JUDICIALIZACIÓN DE LOS DOSCIENTOS AÑOS
La modernísima Ley de Política Ambiental Argentina Nro. 25.675 que data de noviembre de 2002, establece que todas las industrias que tengan actividad contaminante deberán poseer un sistema de tratamiento de residuos aprobado por el Estado y contratar un seguro de responsabilidad civil. Sin embargo, según declaró el Dr. Santiago Kaplun al medio La Vaca, esa ley aún no está reglamentada (ver reportaje completo acá ). Kaplun es uno de los abogados que llevaron a buen puerto el juicio -con el patrocinio del jurista en cuestiones ambientales Jorge Mosser Iturraspe- al Estado Nacional, a la Provincia de Buenos Aires, al Gobierno porteño y a 44 empresas de primer nivel por parte de un grupo de diecisiete vecinos. El grupo de vecinos reclamó hace dos años a la Justicia la recomposición y saneamiento del medio ambiente en todo el ámbito de la cuenca Matanza-Riachuelo, más el pago personal de 5,2 millones de pesos por daños y perjuicios.
La resolución de la Corte Suprema afecta solamente al planteamiento colectivo, y le dio un mes de plazo tanto a los demandados estatales para que respondan con un plan integrado de saneamiento del río, como a la parte privada para que presenten informes sobre los líquidos que arrojan (en volumen y calidad), la existencia de sistemas de tratamiento de residuos nocivos y la de seguros contratados. Según Kaplun, “al no estar reglamentada la ley, no están reglamentadas cómo deberían ser esas pólizas en la Superintendencia de Seguros, por lo que no hay una sola compañía en la Argentina que pueda” (y que quiera, agregará más adelante, en la misma nota) “brindar esa cobertura”.
En el polo petroquímico de Dock Sud, en lo que se llama Villa Inflamable, hay hombres, mujeres y niños que tienen la sangre contaminada con tolueno, ácidos y distintos metales entre los que figuran el plomo. Mujeres que sufrieron abortos espontáneos. Recién nacidos con malformaciones congénitas. Ancianos y adolescentes con asma bronquial o enfermedades cutáneas.
Todo a treinta cuadras de la Casa Rosada.
EL AGUA AL CUELLO
Como el plazo de los 30 días ya se cumplió, en esta nota pretendo comparar y explicar las diferencias entre este nuevo plan kirchneriano y su antecesor menemista. Y algunos anteriores también.
Empecemos por el principio: ¿se pueden verter efluentes a un río? Sí, mientras el caudal que se vuelque no sea superior a la capacidad de depuración del cauce, y siempre que se evite el vertido de sustancias tóxicas o imposibles de degradar naturalmente. Para poder verter efluentes industriales a un río hay que descontaminarlos mediante un tratamiento químico en una planta de tratamiento. Todo efluente debe ser volcado, a lo sumo, como si fuera cloacal.
En la cuenca Matanza-Riachuelo hay 3000 industrias que arrojan sus efluentes al río sin tratamiento alguno o con tratamientos deficientes. De ese número, 100 empresas son responsables del 90 % de la contaminación existente, y solamente 15 del 75 %.
Hablo de empresas porque en relación a ellas radica, precisamente, la principal diferencia entre los modos de acción del plan de María Julia Alsogaray y Menem, por un lado, y el nuevo plan K, por el otro.
LA AUTORIDAD
La idea de crear una sola autoridad de cuenca como un “ente de derecho público interjuridiccional” es lógica: en la cuenca existen un montón de gobiernos diferentes, y el río es uno solo. Lo que se haga en un partido puede perjudicar al partido inmediatamente vecino; lo que se haga en una margen puede perjudicar a la otra. Ya lo sabemos porque ha pasado. Durante el gobierno del intendente Jorge Domínguez se realizaron las bonitas obras en la Vuelta de Rocha, donde se armó un paredón de casi diecisiete metros de largo con estaciones de bombeo para contener el agua de la inundación. Así, el canto popular “la Boca se inundó” quedó prácticamente en el olvido, en lo que respecta al problema del Riachuelo. Pero en su margen de enfrente, Avellaneda pasó a inundarse el doble. Cuando se hacen obras en un río hay que prever que tiene dos márgenes. En 1888 lo habían hecho bien, cuando rectificaron en el tramo más arriba del Rulo de Brian, pero para el 97 se habían olvidado.
Esa idea de unificación de gobiernos también la tuvo el menemismo en su plan de los 1000 días. Lo que ahora denominaremos Acumar (Autoridad de Cuenca Matanza-Riachuelo), en aquella época se llamaba Comité Ejecutor del Plan de Gestión Ambiental, y aún antes, en el 93, Comité Ejecutivo para el Saneamiento de la Cuenca. Y, en el 46, Comisión de Higiene Urbana. Recordar estos nombres y oler el Riachuelo es amargarse considerablemente.
LA CULPA LA TIENEN LAS EMPRESAS
Si bien el estado de sobrepoblación y hacinamiento humano por la cantidad de villas existentes en la cuenca y la falta de infraestructura sanitaria hacen que la contaminación del río por heces humanas sea grave, es siempre un tipo de contaminante que se puede neutralizar en plantas de tratamiento comunes. O sea, se colecta el agua y se la trata. Con las contaminaciones químicas no se puede hacer lo mismo, porque son todas distintas, y cada una precisa una planta de tratamiento con tecnología única.
Durante la época menemista, las empresas estuvieron endiosadas y manejaron el país a piacere. Lo mismo sucedió en lo que respecta a este río: hicieron lo que quisieron amparadas por el Estado. El documento que el PGA distribuía en esa época con “todo lo que se había hecho”, denunciaba que “la mitad del volumen de los vertidos contaminantes es de orden industrial y la otra mitad de aguas servidas domiciliarias”. Esto puede ser una verdad, pero oculta una mentira siniestra: en CALIDAD, la mitad de los vertidos de las empresas es infinitamente más horrendo, y el culpable directo de la contaminación de las aguas y tierras. ¿Qué hez humana produce metales pesados? ¿Qué hez humana produce cáncer? ¿Qué hez humana contribuye a gestar niños deformes para siempre?
Para reducir la contaminación, el PGA promovía un Programa de Control de Vertidos. Este programa, el punto más difícil de tragar de aquel documento, establecía que el Estado Nacional se asociaría a las empresas contaminantes como socio capitalista, prestándoles el dinero y asesorándolos gratuitamente en relación al manejo de residuos. Comenzaron con 15 empresas privadas. Para el 2002 se preveía que se habría hecho sociedades con 65, las contaminantes más jevi de la cuenca. Al plan se lo llamó Plan de Reconversión Industrial. Siempre tuve mi parecer con respecto a esta reconversión asociada.
El hecho es que muchas de esas empresas denunciadas tienen plantas de tratamiento, pero no las hacen funcionar todo el tiempo porque es mucho más barato echar efluentes sin tratar. Son las mismas “grandes empresas que ya hicieron el lobby antes e impidieron la reglamentación de la Ley del Ambiente”, según el doctor Santiago Kaplún en la misma nota de La Vaca. Las empresas más comprometidas (podríamos decir también “las empresas sospechadas”) son 44 y tienen nombre y apellido: la lista ha salido publicada el 21 de junio de este año en todos los medios.
El único modo de hacer cumplir legislaciones, aquí o en el primer mundo, es hacer una denuncia y aumentar o “purificar” el control. Esto significa tener un contralor confiable en la calle y la legislación pertinente reglamentada. El principio contaminador-pagador que rige en los países europeos desde 1980 solamente puede ser entendido dentro de un marco de protección y adecuación ambiental. Por eso es muy bueno que la Corte Suprema de Justicia haya tomado la decisión que tomó: ahora habrá que hacerlo, definitivamente.
En relación a las medidas kirchneristas que se veían venir, María Julia Alsogaray, desde su reclusión, salió a decir el viernes 25 de agosto pasado a Página 12 que “la mayor parte de (la) contaminación (del río) es cloacal”. Todavía debe tener sus kioscos ahí.
LAS INDUSTRIAS QUE CONTAMINAN EN LA ERA K.
Ahora las industrias contaminantes han sido señaladas con nombre y apellido por la Justicia; eso está bien, en la época de Menem jugaban a las escondidas. Sabemos que ahora también hay más poder de las ONGs y del control ciudadano que durante los 90. Ese cambio ha ocurrido prácticamente en todo el mundo occidental, como mecanismo de defensa contra la globalización y los poderes del Estado. El Comité menemista adhería al concepto de que “contaminación es un hecho puntual que se produjo, que se sigue produciendo y que hay que remediarlo”. Y decía: cien años de poder de policía no consiguieron nada, ahora vamos a intentarlo por las buenas. Ser buenos no resultó. Algunas de esas industrias reconvertidas siguieron contaminando.
¿Soy muy ingenuo si para la nueva partida en dólares del nuevo plan de saneamiento sugiero un especial énfasis en reglamentar las leyes vigentes y aplicar mayor dureza en lo económico para las empresas que se hagan las osas? Ojalá al Acumar no le tiemble la mano cuando tenga que “tomar parte en la habilitación y auditoría de actividades con impacto ambiental en la cuenca; intimar a comparecer a quien genere un daño; auditar instalaciones; exigir evaluaciones de impacto ambiental; imponer regímenes de monitoreo específicos; aplicar sanciones; ordenar el decomiso de bienes y la cesación de actividades que dañen el medio ambiente y disponer la clausura de los establecimientos”. O sea: lo que el Acumar mismo se comprometió a hacer.
UN RÍO POSIBLE
Primero hay que salvar a toda la gente que está en peligro y después arremeter con las mejoras urbanas. No haber declarado hoy la emergencia ambiental en la cuenca es un error. El plan necesario es URGENTE: la gente sigue enfermándose. Y habría que controlar las inundaciones del lado de los partidos provinciales, construyendo las redes pluviales y el paredón costero con alguna estación de bombeo. Podrían seguirse los mismos planes urbanos que ingenieros y arquitectos diseñaron para el PGA: eran muy razonables. De hecho, se hicieron los de Capital con éxito.
Segundo, habría que ampliar las redes de aguas, tanto cloacales como potable. La empresa proveedora ya dejó de ser Aguas Argentinas para ser otra vez del Estado, por lo que no debería haber ningún pretexto.
La realización de un paseo costero y de un nuevo puente como se dijo por ahí también es factible y viene bien. Como arquitecto confío plenamente en el diseño de la ciudad. El tiempo de ejecución que se había colado en la prensa parecía ser el correcto (al Támesis tardaron 25 años en limpiarlo; al Guadalete, unos diez). Aunque en el proyecto de ley, finalmente no haya plazos ni fechas límite para la ejecución (lo que también está mal, un proyecto sin plazos no existe).
El problema crucial, tanto o más que los oscuros barros del fondo, sigue siendo el trato con el mundo que ya está instalado, lleva años contaminando y no se va a ir de allí por ninguna razón. Y no hablo de las villas, a las que hay que radicar y no mudar a otra parte. Eso lo hemos aprendido desde los 70 hasta hoy. Lo que no aprendimos es a lidiar con los sectores de poder económico, a hacerles frente y a ponerles límites. Todos los sectores políticos de la historia argentina han fracasado en este mismo punto, y algunos se pasaron sin escrúpulos al otro lado. Para obtener un río posible hay que ser moralmente rígidos y no transar con nadie. Las empresas dirán una y otra vez que no contaminan, pero, como bien afirmó el Juez Lorenzetti en la segunda audiencia de la Corte Suprema, el Riachuelo no se contaminó solo.
No se puede revertir la historia de este monstruo hasta lograr que sus aguas sean transparentes otra vez, pero deberíamos ponernos por meta el ideal de llegar a un paisaje estéticamente atractivo, apto para la realización de deportes recreativos sin contacto directo. O sea: sin natación.
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