En la mesa un lugar todos tendremos.
Tal vez haya errado el viejo Dante,
en el fondo no en la forma que venero,
y no haya ningún círculo impiadoso
sino los prados que el musulmán soñara.
Quizás Lutero haya estado en lo cierto
al sostener que la piedad divina
doblaría el más atroz de los errores.
Entonces entraremos allí todos.
Habrá un Marx con aritos y magnolia
y aquellos que ofendimos para darnos la mano.
Funámbulos actores y címbalos bien tensos,
el buen ladrón, el malo, Onán, la prostituta,
y un aroma infantil de fiesta y de inocencia.
Habrá gozo de culpas ya aliviado
pues el justo, el obrero, tendrán por fin su premio.
Conoceré el sabor del pan en paz partido
y el agua será clara como lo fue al principio.
Nos aceptaremos limpios ya en el espejo
cantarán nuestros rostros en una clara senda
humana universal igualadora
y al fin ha de bailar el dios de Nietzsche
bajo un árbol de frutos permitidos
su danza tanto tiempo demorada.
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