Lo que sigue es el discurso inaugural del arquitecto Mario Roberto Alvarez que, según el resultado de una encuesta realizada hace poco a profesionales del gremio, es el arquitecto más respetado de la Argentina.
A pesar de su edad avanzada (casi noventa años), es un arquitecto moderno en todos los sentidos de la palabra, con edificios mucho más jóvenes y con más vocación de futuro que muchas de las cosas de cosas que se vieron en las pantallas de la Bienal. Y la voz sigue sonándole como un trueno.
Por ser tal vez el más viejo de los profesionales que intervienen en estas conferencias, tengo el honor de saludar y dar la bienvenida a los importantes colegas que nos visitan y a los que aún no lo son, y asisten a esta X reunión Internacional de Arquitectura de Buenos Aires.
Algo de lo mucho que ha hecho nuestro estudio está expuesto en estos salones, por eso sólo mencionaré algunos principios en los que creo y que practico, producto de lecturas varias. No será ésta una conferencia magistral, sólo una charla sin pretensión. Supongo que para muchos no será una novedad. Dado que soy un viejo, repetiré conceptos.
A los que aún no se recibieron quiero recomendarles la lectura de tres publicaciones que mantienen actualidad a través de los años.
El “Choisy” es mi libro de cabecera. Editado a fines de 1800, sostiene que las formas arquitectónicas son la resultante de los métodos de construcción. En ese libro están los detalles constructivos de la mayor parte de la historia de la arquitectura, en dibujos simples y claros.
De Ruskin me gustaría que leyeran “Las 7 lámparas de la Arquitectura”, de las que he rescatado y practicado el no tener pereza.
Y del “Manantial” (“The Fountain Head”, en inglés), un libro de hace más de medio siglo, repetiré veinte afirmaciones del protagonista.
1 .- Yo quiero ser un arquitecto, no un arqueólogo. No veo que haya que hacer casas como en el Renacimiento.
2.- El cliente debe ser obediente, debe escuchar y no ordenar.
3.- Solamente triunfa quien ama su trabajo.
4.- Hay que tener dignidad y olvidarse de las extravagancias.
5.- Hay que tener atención con el exceso de ornatos. Las reglas exigen simplicidad, como la franqueza de un hombre íntegro.
6.- La arquitectura no es un negocio, es una cruzada y una consagración a la alegría. Una profesión difícil y de dura competencia.
7.- El arquitecto debe ser hombre de ideales. En todos los períodos de la historia, los arquitectos han construido de acuerdo al espíritu de su época, sin copiar del pasado. Esto es ser fieles a la historia. Es estúpido hacer edificios griegos, góticos o romanos.
8.- La paciencia siempre es premiada y el desinterés es el único camino para llegar a la felicidad. Los hombres felices son libres.
9.- Lo que necesitamos es educación. Si todos la tuviéramos, tendríamos el mejor de los mundos.
10.- No se debería permitir edificar a nadie hasta tanto cada
habitante del planeta tuviese un techo para cobijarse.
11.- Los edificios no deben parecerse a los espirales de las pastas dentífricas que se forman cuando alguien pisa el tubo, o a versiones estilizadas del intestino delgado.
12.- La antigua máxima "divide e impera", en nuestro siglo debería descubrir una fórmula más poderosa: "une y gobierna".
13.- Un proyecto de viviendas económicas debe tener cocinas y baños prefabricados, divisiones interiores finas, cables y cañerías visibles.
14.- La corrupción es el camino más antiguo. La farsa ha continuado durante siglos y los hombres caen en ella todavía. El hombre que habla de sacrificios, habla de esclavos y amos, y él piensa solamente en ser el amo.
15.- Todos pueden ser perdonados, menos aquellos a quienes les faltó el valor de su propia grandeza.
16.- El hombre rebelde e iniciador está en cada primer capítulo de la leyenda de la humanidad. Prometeo encadenado, devorado por los buitres por haber robado lo que poseían los dioses. Adán condenado al sufrimiento porque comió el
fruto del árbol de la ciencia. La humanidad ha sabido que su gloria ha comenzado con uno de esos hombres y que éste pagó cara su valentía. La respuesta inicial que recibieron fue odio. Los creadores, pensadores, artistas, hombres de ciencia e inventores siempre estuvieron solos contra los hombres de su época.
17.- El telar mecánico fue considerado un mal, la anestesia un pecado, pero los hombres de visión continuaron, lucharon, sufrieron y vencieron. Todo lo que somos y todo lo que tenemos procede de un solo atributo del hombre: la función de razonar. La mente es el arma de defensa del ser humano.
18.- El creador produce, el parásito toma en préstamo.
19.- Ningún trabajo se hace colectivamente por decisión de una mayoría. Todo trabajo creador se realiza bajo la guía de un solo pensamiento individual. En cambio, un hombre no puede explotar o gobernar sólo.
20.- La civilización es un proceso que permite que el hombre esté libre de los hombres.
Si no encuentran el libro, podrán ver la película basada en él, "Uno contra todos", con Gary Cooper como protagonista. He vuelto a verla por cortesía de quienes organizaron el ciclo de “Cine y Ciudad ", en el Museo de Arquitectura y la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo.
A los prestigiosos Colegas que nos visitan quisiera manifestarles que si bien nuestra vida es breve, he visto aparecer y desaparecer desde 1936 toda clase de movimientos arquitectónicos: brutalismo, monumentalismo, regionalismo,
historicismo, manierismo, eclecticismo, postmodernismo, revivals,
contemporáneo barroco, arquitectura creada por la computadora, arquitectura escultórica, torres afrancesadas pero en Buenos Aires, arquitectura con sombrero y arquitectura retorcida. Sé que los valores en los que creo, heredados a través de la historia, subsisten y subsistirán a pesar de las marchas, contramarchas, desconciertos transitorios y malos ejemplos de la moda.
También sé que no se debe hablar cínicamente de la arquitectura. Hoy hice una excepción. Hay que hacerla sabiendo que la arquitectura evoluciona pero no cambia sin fundamento, como sucede con el movimiento pendular de los gustos.
La trinidad “utilidad, solidez y belleza” no arrancó en
el Bauhaus, sino mucho antes. Los atributos vitruvianos fueron sostenidos por más de tres siglos. Ya en 1706 el Abate Cordemoy se apoyaba en ellos y criticaba la inapropiada aplicación de elementos clásicos y todo lo barroco. Deseaba una belleza simple.
El concepto de liviandad, con idea de espacio y proporción gótica; el articulado de cada elemento como continuación espacial llevando el sentido de lo sublime; la simplicidad, la grandeza, la evocación de lo divino y la primacía de la estructura fuera de todo ornamento; la exaltación del hierro y el vidrio no son conceptos nuevos. Hoy los vemos en la Bienal como novedades, pero fueron sostenidos por los arquitectos Soufflot, Blondes, Bouleé Y Labrouste desde 1755 a 1824.
Aprendí que un arquitecto no debe pretender hacer un monumento en cada obra que se le confía.
Siempre recuerdo conceptos de Augusto Perret, a quien trajimos con el arquitecto Lavalle Cobo a Buenos Aires, en 1935. Perret había realizado, el 1903, en la Rue Franklin, una estructura completa de hormigón armado para una casa de departamentos. Y Le Corbusier, que trabajó con él en 1915, aplicó los mismos
elementos en la casa Dominó.
Después de años de profesión veo confirmado que la aventura del descubrimiento y el progreso tecnológico es un ingrediente que le agrega valor a los edificios. También he comprendido que la colaboración en equipos con ingenieros ha posibilitado las obras de grandes arquitectos como Pei, Sir Norman Foster, Rogers, Hopkins, Piano (con el Ing. Arup), Zerfus, Sydler y Ponti (con Nervi). Otros menos buenos se han tentado en provocar el asombro con obras de grandes dimensiones, tal vez originales, que les permiten venderse durante un tiempo. Luego vendrá otro arquitecto y luego otro, y otro, pero eso ya no será arquitectura,
sino una cuestión de marketing.
A los colegas que nos visitan quisiera decirles, también, que los profesionales que actuamos al sur del Río Grande, por comprensibles razones, hacemos obras en pequeña escala, frente a lo que sucede en el primer mundo. Sin vanidad afirmo que esa diferencia en el tamaño no significa que seamos menos en
capacidad. La escala no puede hacernos creer lo que no somos.
Estas reuniones internacionales de jerarquía se realizan cada dos años. Se las debemos a Jorge Glusberg, el director del CAYC (Centro de Arte y Comunicación) que las organiza desde 1985, y a las autoridades y entidades que auspician y patrocinan.
He tenido el privilegio de estar presente en las diez Bienales de Arquitectura. Hoy, como en las anteriores, repito lo dicho: si Jorge Glusberg no existiera, tendríamos que inventarlo.
Buenos Aires, 21 de setiembre de 2005.
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