El perfume nocturno instala su cuerpo
en una segunda perfección de lo natural.
Por la gracia de su vida
la noche comienza y el cuarto iluminado
es una palpitación de joven felino.
Ahora se pone el vestido
con una fe que no puedo imaginar
y un susurro de seda la recorre hasta los pies.
Entonces gira
sobre el eje del espejo, sometida
a la contemplación de un presente absoluto.
El instante se desplaza hacia otro,
un dulce desorden se inmoviliza en torno
hasta que un chasquido de pulseras al cerrarse
anuncia que todas mis opciones están resueltas.
Ella sale del cuarto, ingresa
a una víspera de música incesante
y todo lo que yo no soy la acompaña.
No sé si tendrás track back en tu blog (tampoco sé muy bien qué cosa es el track back, y como tenías los comentarios cerrados no te pude avisar, pero el caso es que corté y copié este poema (eso sí indicando la fuente) en su día en mi blog. Y ya de paso, estupendo el tuyo, me he aficionado a él como a los vinos del Priorat (es decir, demasiado).
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