En ese hijo está la fe: ciega. No respira
ni se mueve pero es una promesa de amor
perdido. Un animal se orienta por olfato,
come las sobras, no se queja. Un animal
quise hacerte, algo con dientes y uñas. No sé
convertir lo que toco, no puedo mejorar
la especie. Los tambores baten su esfera
de ruido, pellejo sobre pellejo. ¿Una selva
para criar a tu hijo? ¿Una comunidad
de monos? ¿En qué pensás que pienso?
Ninguno de los dos halla acomodo
entre las hojas. En la almohada áspera
de hojas, nos tocó esta suerte.
Este deseo.
¿Ve? Ahora puedo decir qué bueno me pareció este poema.
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