Quiero comerme un sánguche de milanesa con tomate y lechuga saliendo por los bordes del pan francés; un sánguche de esos que son exhibidos bajo una campana de vidrio en la estación Villa Luro del Sarmiento. Quiero que el andén esté vacío, que no pasen los trenes, que sean las cuatro de la madrugada, que llueva o haga frío, que la milanesa tenga el pan rallado con ampollas y sin quemar. Quiero que el pan esté húmedo por haberme esperado todo el día con la rodaja de tomate y la hoja de lechuga adentro, debajo de la campana. Que sea el último que quede, que no me alcance la plata para pagarlo, que el hombre me lo venda de todas formas, aunque falten algunas monedas. Tener más hambre que ahora; dar uno, dos mordiscos; comerme hasta las migas doradas de la vieja milanesa. Que el hombre, el vendedor, tenga cola de diablo y tetas puntiagudas de corista.
Viajé durante años en el Sarmiento y cumplí todos tus deseos, salvo las tetas de corista.
ResponderBorrarBuenísimo que tenés un blog. Me encanta "El café de los micros".
Ahora que me doy cuenta, ya que estás con las milanesas ferroviarias y el café de mediana distancia, podrías seguir con las albóndigas en diligencia o los wafles en aladelta.
Albóndigas en diligencia es una gran idea. Gracias, Christian.
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