21.6.05

BERLÍN

AUSFAHRT
“No logro encontrar Postdamer Platz. ¿Aquí?
En Postdamer Platz estaba el café Josti, donde por las tardes me reunía a conversar con mis amigos. Después observaba a la gente fumando un puro en Loese y Wolf, un renombrado comercio de tabacos. Justo aquí enfrente.
Esto no puede ser Postdamer Platz… (y no hay nadie a quien preguntar).
¡Era una plaza llena de vida! Tranvías y ómnibus a caballo y dos automóviles: el mío y el del chocolatero. Los almacenes Wertheim también estaban allí.
Y, de pronto, colgaron banderas. Toda la plaza estaba repleta. Y la gente ya no era tan amable, y la policía tampoco…”

WENDERS
El párrafo anterior pertenece a la película “Las alas del deseo”. Lo dice el escritor viejo, mientras pasea por un gran baldío desierto. En el medio del baldío hay un cráter de bomba; a la vera del cráter, un sillón desvencijado. El paisaje es una postal de guerra. Lágrimas, lágrimas. Fachadas derrumbadas. El viejo se rasca una oreja, se sienta en el sillón. No advierte que su ángel lo acompaña. Está cansado de mirar. A lo lejos pasa el S-bahn, el Spree, el muro.

EL FUTURO DE LAS CIUDADES
El mundo ya no es una comunidad de Estados, sino una gran red de comunicación político económica. Los ciclos económicos se han vuelto más breves. Las previsiones empresariales de hoy no superan los dos años. La tecnología ha sido, durante la última década de la arquitectura, la única cultura universal.
Sin embargo, si examinamos un planisferio fotográfico nocturno, muy pocas zonas del mundo se encuentran encendidas. El mapa de la electricidad a escala global sólo brilla fervientemente en Estados Unidos, Europa y diminutos sectores de Asia. O sea: en los territorios con menor densidad de población.
Houston gasta electricidad. Africa, no.
Un tercio de la población urbana del mundo vive en asentamientos precarios, y la proporción va en aumento. Son novecientos millones de personas. Si a esto sumamos que el 96 % de la arquitectura que se construye está hecha por gente que no es arquitecto, podemos suponer quién será el protagonista y hacedor de las ciudades del futuro.
Hay una cultura urbana universal en ascenso, y es la de la pobreza.
Los pobres no tienen sistemas de salud, se curan entre ellos. No tienen bancos, se prestan unos a otros. Nadie, salvo ellos mismos, les hace las viviendas. Los pobres no consumen energía, y la energía del mundo tiene los días contados.
Ya no está en discusión la utopía, sino una entopía posible, un lugar al que se pueda llegar. En este estado de las cosas, Houston es pasado, porque la globalización tal como la conocemos es el final de una historia. El ser humano está obligado a la sensatez.
Las estructuras del futuro vendrán de los márgenes.
Las estructuras que prevalecerán son las que han durado miles de años, no cortos períodos condenados al fracaso. ¿Cómo sobrevive una comunidad africana en el desierto? Ninguna de sus casas tienen aire acondicionado, y sin embargo son frescas. Muchos intentos regionalistas son respuestas al futuro de la energía. Casi todos los casos de arquitectura vernácula utilizan energías alternativas con hallazgos tecnológicos que son repetidos desde hace siglos. En esto son más modernas que la cúpula del Reischtag, y más baratas. Economía y ecología no son términos asociables sólo etimológicamente.
La estrategia que nos llevará al futuro pasará por la historia a largo plazo. El trabajo del arquitecto del futuro será mejorar levemente lo que históricamente haya sobrevivido y sea aceptable como diseño.

BASURA
El ahorro es el sustento teórico de nuestra época. Ahorrar energía, ahorrar materiales, ahorrar lugar.
El material del futuro es el desecho.
El lugar de la ciudad del futuro es el descampado.
Descampado es el sitio que ha dejado de ser campo, y ahora es periferia, residuo. Un territorio sin reglas, que estará suspendido hasta ser ocupado. Allí hay vertederos de basura, montañas de nada, pura arqueología urbana. Son lugares dramáticos, pero llenos de oportunidad.
El rápido crecimiento de las ciudades generó desprendimientos de sectores urbanos sin significado. Si bien las calles y las plazas principales siguen teniendo significado para el ciudadano, y cualquier habitante de la ciudad se puede referir a ellas y reconocerse en esos lugares, con la ampliación de los bordes de la ciudad la experiencia ha ido disolviéndose. En América Latina, esta separación de significados alentó la necesidad de volver a referir algunos de los temas de los espacios públicos de la baja escala, que pronto comenzaron a sumarse como acciones.
Estos espacios públicos de la periferia están construidos en sitios sin historia, con terrenos de raras geometrías, techos de autopistas y dimensiones inapropiadas. Pero eran sitios que habían sido dejados de lado y ahora se han convertido en hechos fundacionales: los de fabricar una arquitectura de relleno que pueda ser usada por todos.
Ya no parques, sino patios urbanos.

ARQUITECTURA
“Nuestro planeta seguirá. Pero el acceso al agua, a la habitación y a la medicina tal vez no sean los mejores.
Con pragmatismo entusiasta, lejos del positivismo atávico, los arquitectos debemos cambiar. Las ciudades existen desde mucho antes de que la arquitectura existiera.
La arquitectura permite la vida, pero no representa la vida. Debe permitir y modificar el trabajo y el descanso.
La arquitectura debe buscar atajos para solucionar los problemas del mundo.
Necesitamos más generosidad que individualismo.
La arquitectura se hace con las manos, la cabeza y la conversación.
La diversidad es el mejor camino.
La arquitectura tiene que ser suave.
Tiene que ser lo más simple posible, pero nunca más simple que lo necesario.
El objetivo de la arquitectura debe dirigirse a la armonización de espacios poéticos con el mínimo gasto de energía.
Tranquilidad y contemplación son los únicos lujos que deberíamos lograr mediante arquitectura.
La arquitectura tiene que avanzar y permitir el avance.
La metáfora sigue siendo la del transatlántico de Le Corbusier.
La búsqueda de formas nuevas es algo temporal, con resultados que pueden ser bellos pero que nada agregan al hecho arquitectónico. La superficie de las cosas, de la que muchos arquitectos nos enamoramos, también puede ser bella, pero está destinada al fracaso.”
(Conferencia del arquitecto Christoph Ingenhoven, de Düsseldorf, Alemania, en el XXI Congreso de la UIA)

PETER EISENMANN
“El recurso más importante de la arquitectura es la idea.
Después de la idea, contra todo lo que digan los alemanes, está la superficie de las cosas, las fachadas que conforman una ciudad. Las fachadas que forman la imagen de la ciudad.
A partir del atentado del 11 de setiembre, los arquitectos nos enfrentamos a un nuevo orden de las imágenes. Por primera vez vimos, en directo, un evento impredecible para todo el mundo. ¿Qué significa una cobertura mediática -global y simultánea- de una catástrofe? Mientras pasaba el Holocausto, o Hiroshima, no hubo muchos testigos. Aquí, el mundo fue testigo.
Las imágenes, en la actualidad, corresponden a los Medios. La arquitectura no puede competir con la televisión. Los arquitectos de hoy debemos concentrarnos en volver a pensar el tema de las imágenes, ubicándonos lejos de las tragedias. Cualquier símbolo será menos que el monumento que proyectaron los mass media, a cinco segundos de un atentado.
Siempre pensé que la representación que uno hiciera sobre los holocaustos, debía ser abstracta. Buceando en las experiencias primordiales, sin detenerse en los significados. Hoy, con la imagen en crisis, lo creo más que nunca. Cuando visitamos un campo de concentración, podemos integrar la experiencia de la tragedia con sólo tocar el suelo.
Debemos encontrar, en la búsqueda de una fachada nueva, los ingredientes que conformen los monumentos arquitectónicos de nuestra época de globalización mediática.
El suelo, en arquitectura, no sólo es el terreno: también es la historia del terreno. Jamás será una mera superficie. Y es una experiencia que no se puede alcanzar mediante una señal de cable, ni algo que compartan otras artes. El suelo es un elemento exclusivo de la arquitectura.
Hacer un monumento en el presente es intentar darle al cuerpo una nueva experiencia afectiva que relacione piel, ojo y mente con la tragedia. Crear un entorno para elaborar la catástrofe. Y hacer que el cuerpo del visitante sienta lo que allí sucedió. El cuerpo, como el suelo, tampoco puede afectarse directamente por la experiencia mediática. El cuerpo es otro ingrediente para ganarle a la televisión.
Hay una competencia declarada en el campo de la imagen y la representación, y los arquitectos no podemos ganarla. Idea, suelo y cuerpo serán nuestros únicos recursos.
Las ideas deberán suplir a las imágenes. El suelo y el cuerpo, a los materiales…”
(Conferencia del arquitecto Peter Eisenmann, de Estados Unidos)


¿POR ADÓNDE SE SALE?
En el centro de Berlín, entre la puerta de Brandemburgo y el Reichstag, Eisenman construyó el Monumento al Holocausto, dedicado a los judíos asesinados en Europa. Es el lugar donde Hitler se suicidó. Entre 1961 y 1989, el Muro también pasó por allí.
La superficie del terreno es de diecinueve mil metros cuadrados, y está cubierta por dos mil setecientos pilares de hormigón. La planta de cada pilar es rectangular, y mide casi un metro por dos. Las alturas oscilan entre los cincuenta centímetros y los cinco metros. Entre pilar y pilar hay una trama de caminos de tan sólo noventa y cinco centímetros de ancho. El suelo es ondulado y con grandes diferencias topógráficas, casi como el cráter de Postdamer Platz por el que se internaba el viejito de “Las alas del deseo”. Los pilares no están a plomo, ni la ortogonalidad es exacta.
La visión es la de un laberinto asfixiante y gris. El visitante puede entrar por cualquiera de sus bordes, con el pilar a la altura de su cadera, e internarse como en un maizal desproporcionado.
En la ampliación del Museo Judío de Berlín, Libedskin busca algo parecido: el piso está en permanente declive, las paredes están torcidas, los ángulos son extraños, agudos, absurdos. Las ventanas están puestas arbitrariamente, como latigazos sobre la piel del edificio. Cada sala parece un barco congelado en mitad de un maremoto.
Ambos monumentos buscan la angustia, la soledad, el extravío.
Ambos buscan que el visitante se sienta incómodo.
En todo, son lo contrario a una plaza. Aquí no hay espacios para encontrarse, sino para perderse; no es un lugar para desarrollar la comunión social, sino para incubar la soledad y el individualismo.
Silencio, extrañamiento y desubicación.
No son sitios para descansar, sino para agotarse.
“El monumento moderno es un hecho físico para la experiencia inmediata”. Eisenmann también agrega que no sabe si es una experiencia positiva o negativa, y repite hasta el cansancio: “sólo he tratado de enfrentarme a la representación”.

AUSGANG
“Mira mis ojos: son la imagen de la necesidad, del futuro de todos en la plaza”.
(Peter Handke – “Las alas del deseo”)

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