4.4.11

EL BESO DE LA MUJER ARAÑA / TRES OBSERVACIONES SOBRE “MAMAN”

LA ARAÑA DESARMADA; LA ARAÑA ARMADA. DÁ. Da-dá. La niña le habla a su mamá. Le pide la teta. A priori, es decir con los ojos cerrados, DADÁ sitúa antes de la acción y por encima de todo: a LA DUDA, escribe Tristán Tzara en uno de sus siete manifiestos. “El arte moderno trata sobre el dolor de no poder confiar en el mundo para expresarnos directamente”. Lo que Louise Bourgeois quiere expresar es lo que le pasa por adentro, “las relaciones íntimas”, “el inconsciente”. Dadá duda de todo. Bourgeois habla de confianza. Desconfíen de Dadá. La primera vez que vi “Maman”, la araña de Bourgeau, fue en una situación parecida a la que ahora nos muestra PROA. En un exterior, frente a un río oscuro, con un museo de fondo. Recuerdo que me pareció más chica y más sencilla, tal vez porque el Guguenheinm de Bilbao es enorme y retorcido, y la fachada de PROA es un telón blanco. La segunda vez que la vi, la araña estaba desarmada. El jueves, durante el almuerzo de prensa, la escultura se desparramaba sobre la vereda, con una grúa amarilla como centinela. Las patas todavía estaban envueltas en telas que parecían vendas azules y verdes. Más que la visión de las partes, lo que vi fue una catástrofe, un derrumbe. La araña no estaba para crecer; sino que había recibido un fuerte palmetazo. Sus restos eran unas eses gigantes diseminadas sobre los adoquines de madera. ¡La niña quiere la teta! “Maman” se niega a dársela. La niña la golpea fuertemente con su palma. ¡No puede negarle su alimento! Los pedazos de “Maman” se separan por el golpe. Louis escribe: “es de noche cuando ese deseo de matar a la madre me asalta”. Aplastarla y dejarla ahí, para que todos la vean. Para que nadie caiga en la trampa de la confianza ciega. Esa que sabe que la otra mujer la alimentará sí o sí, que está obligada por la especie, que lo hará siempre para que el género humano subsista y se propague. Ese día del almuerzo la mamá de Bourgeois apareció en la Vuelta de Rocha como un cadáver desmembrado, con fajas de peligro delimitando la zona del accidente. Des- cuar-ti-za… ¡DA-DÁ!

LA MAMÁ DE LA ARTISTA; MI MAMÁ En una sala de adentro del Museo hay otra araña: “Spider”. Es un poco más chica que la de afuera, y me hace acordar a un cuadro de Magritte de 1937, “The Therapeutist”. Es una jaula vestida de hombre. Adentro hay un pájaro. La puerta de la jaula está abierta, pero el pájaro no se escapa. “Spider” ha tendido una red con forma de cilindro. Es una trampera a escala humana. Adentro está el sillón favorito de la escultora. Cuelgan de delgados hilos de baba su perfume de siempre, un camafeo con la foto de una señora, unos broches para el pelo, unos collares, tres jarras de vidrio, un reloj, huesitos limpios de caracú. Hay adherida a las paredes de la trampa restos de tapices deshilachados. El reloj marca las doce, hora de comer. Los tejidos son parte de la infancia de Louise, nos dice Philip Larratt-Smith, el joven curador. Los objetos y las telas -Jaquard, Toile de Jouy, Piqué- son aquí una especie de carnada. La mamá de Bourgeois, la cazadora, tenía una tapicería y le hacía dibujar los motivos para las restauraciones. Vos que dibujás tan bien. Entonces es cuando, de muy pequeña, Louise comienza a trabajar. El pan hay que ganárselo, no puede ser gratis. En esta casa no alentamos la obligación de mantener a la especie. Bourgeois misma, madre de tres hijos, afirma que no tenía demasiado interés por ellos, y el padre, Robert, se hizo cargo de su cuidado. “En realidad no hace falta tener hijos”, dice Bourgeois en una entrevista que le hizo Donald Kuspit. “Dios sabe que el mundo no necesita más niños”. Suena el teléfono de casa. Es mi mamá. Tiene una amiga, Susana, que hace unos meses se quedó ciega. A Susana siempre le gustaron mis libros, por la enfermedad en sus ojos no alcanzó a leer el último. Mamá me anuncia, contenta, la noticia del día: descubrió que en Haedo hay una biblioteca parlante para ciegos. Me pide si me puedo hacer cargo de grabar el libro en un caset. Cuanto antes mejor, dice. Vos que leés tan lindo. Lo voy a hacer, claro, por la felicidad de ella y de Susana, aunque casi no tenga tiempo para nada, aunque leerme sea como un castigo, pudiendo leer el Ulises, o El Quijote. Para colmo, en voz alta. Para colmo, frente a un grabador. Mamá me promete una cena con sus canelones de verdura y ricota hechos con panqueques, que le salen riquísimos. “Cómo se repite el amor sin importar el recipiente”, escribe Bourgeois.

LA ARAÑA DE ADENTRO, LA ARAÑA DE AFUERA“Mamá adoraba tanto la limpieza las alfombras limpias los parqués brillantes. el servicio doméstico. la escultura me hizo consciente de esto y no debería olvidarlo.” Loose sheet of writing, c.1959 –Nota suelta, fragmento-. 27,9 x 21,6 cm. Archivo de Louise Bourgeois en Nueva York. Desde el primer piso de PROA veo cómo la gente se arremolina concéntricamente alrededor de la “Maman” ya armada. Rodeándola; a pesar del poco espacio que deja la muchedumbre que quiere entrar a ver la muestra. Es el día de la inauguración oficial. Pocos se ubican debajo de la araña. Si lo hacen, es por un tiempo reducido. No soy el único que lo nota. Alguien de prensa hace un rulo con el dedo índice, como indicando la rueda, el caminar alrededor. De repente unos niños valientes se ubican en la zona vacía. Señalan hacia arriba. Enseguida sus madres van a sacarlos de ahí. ¿Tendrán miedo a que el cuerpo de “Maman” pueda caerse y aplastarlos, o será la desconfianza Dadá, oscura e inconsciente? La red de “Spider” tiene la puerta abierta. Apenas entreabierta, digo. Como esperando a que alguien entre. Y una sola persona puede entrar ahí, lo sabemos: una Luisa dibujante, de ocho o nueve años, con trencitas en el pelo, aferrada a su lápiz 6 b. Por otro lado “Maman” sigue ahí afuera para cazar a todos los otros hijos del planeta, a los que pasean como turistas, a los desprevenidos que viven en la calles de La Boca, a los que se sueltan de las manos de sus madres y se arrojan a lo desconocido, al miedo, al arte. El objeto de la caza.

Publicado en Ñ

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