Va a ser un informe denso, se los anticipo, porque viene
hasta el tope de oficios y saberes. Para teorizar sobre la tercera persona,
Liliana Heker, en su biblia negra y sin
estrellas titula: “El extraño caso de la tercera persona”, como si fuera un
film clase B.
“El misterio de la tercera persona, paradójicamente, no
reside en él (o en ella) –siempre susceptible de comportarse, de tener una
fisonomía, de cargar con un pasado-, sino en quien lo cuenta: ese ser sin
contornos que desde la infancia nos vinculó con las historias, tan hábilmente
que nunca nos llevó a preguntarnos quién era ese que sabía que había una vez,
en un reino lejano…; el que nos introdujo en el mundo de los Rostov y los
Bolkonsky durante la invasión a Rusia de Napoleón, en un futuro donde el
bombero Montag se cansará de quemar libros y en los recovecos más íntimos del
pensamiento de Leopold Bloom. Ese que nos ha contado las historias de otros es
tan eficaz que maneja sin ayuda los hilos del relato y tan discreto como para
que uno ni siquiera piense en él. Esto último es lo mejor que le puede pasar:
una palabra fuera de su registro, una intervención desafortunada, nos
denunciarían su presencia y la magia de la ficción se esfumaría –a menos,
claro, que la ficción apuntara precisamente al narrador, pero ese es otro
caso-. Sin embargo, aunque se lo supone neutro, no lo es: su voz y su mirada
son singulares. La música, el ritmo y la intención del relato dependen de él;
la distancia espacial y la temporal desde las cuales se cuenta la historia son
cosa suya. Me animo a decir que presenta tantos matices como ficciones hay en
tercera persona.
Esta diversidad parece clara cuando se trata de narradores
omniscientes, que no solo conocen lo íntimo de cada uno de sus personajes,
también opinan acerca de ellos, de su entorno y de sus acciones. Es lógico que
la visión del mundo de quien narra –fundida en gran parte con la del autor- se
revele en su singularidad. (…)” Para apoyar esta manera de narrar nombra Guerra y paz y Rojo y negro. Lo más actual que encuentra es la trilogía De sus fatigas, de John Berger. Yo
agregaría a Saramago. Dice que un poco pasó de moda. Sigue Heker:
“Más allá de excepciones como esas, pienso que la ductilidad
y la riqueza de recursos del narrador actual se fundan en el rechazo del lector
a ser guiado. El que narra se oculta detrás de los personajes; no interfiere en
sus acciones ni en sus pensamientos. Solo los describe; eso sí,
tendenciosamente. A grandes trazos, se puede decir que tiene dos maneras
posibles de decir lo que pasa. Una, adoptando el punto de vista de uno de los
personajes; otra, describiendo desde algún punto exterior lo que se percibe.”
Para ejemplificar el primero, Heker nombra a Madame Bovary. “En su aspecto más
elemental, el narrador solo sigue a uno de sus personajes. No puede registrar
–no puede narrar- más allá de lo que este personaje percibe del mundo exterior
y de lo que sucede en su interior. (…) Esa es la virtud fundamental de la
narración desde un punto de vista. El universo no está objetivamente definido.
Se muestra, pero no de una manera categórica: sesgadamente; muchas veces a
través de un narrador no confiable cuyas deformaciones resultan elocuentes”.
Leo hizo un comentario: en cine a este tipo de narración le llaman el loro en el hombro.
En un extremo de las posibilidades de narrar desde un punto
de vista está el “indirecto libre”. El “narrador se pega al personaje y cuenta
casi exclusivamente desde su conciencia, revela ese pensamiento con todos los
tics del monólogo interior –asociaciones libres, negaciones, obsesiones-, al
punto de que, al lector desprevenido, puede crearle la ilusión de que está
leyendo un cuento en primera persona”. Ejemplo: Retrato de un artista adolescente, de James Joyce.
Una posibilidad sin contaminación de voces en la tercera
persona es la del “narrador objetivo”. Un narrador que “solo cuenta lo que
percibe desde un punto de observación exterior a sus personajes; entonces narra
lo que ve, lo que escucha, tal vez lo que huele (si está suficientemente
cerca). (…) Se trata de una realidad captada –espiada- por un espectador;
cuando está bien hecho resulta perturbador.” Ejemplo: Vivir es fácil, el pez está saltando, cuento de Abelardo Castillo,
del que buscamos un fragmento. Leo volvió a insistir con sus definiciones de
cineasta: a este tipo de narración le dicen la
mosca en la pared. Registra sin que nadie lo note, y sin inmiscuirse.
Como Lili no compartía la definición que a los ponchazos
míos y de su tocaya Heker fuimos delimitando para el indirecto libre, busqué a
la otra maestra amiga de la Clínica, Alejandra Laurencich y su libro tan mentado:
El taller. A las personas narrativas
Ale les llama “estilos”. Escribe:
“Hay tres tipos básicos de estilo narrativo y para
explicarlos vamos a poner un ejemplo. Tenemos un personaje al que queremos
entrevistar. La forma más directa de hacerlo, de acercarnos a su mundo, a sus
pensamientos y opiniones, es tomar un micrófono, arrimarlo al personaje y
escuchar su modo de expresión. Ese podría ser el ESTILO DIRECTO. El escucha (lector)
está en estrecho contacto con el entrevistado gracias a que el entrevistador
(narrador) acerca el micrófono a la boca del entrevistado (personaje) y lo deja
expresarse.
- ¿Qué cree que le
falta a la moda argentina para posicionarse como referente mundial?
- Me resulta difícil
contestar esa pregunta. Es incómodo tener que hacerlo porque no hay una sola
respuesta. Primero debería analizar cada uno de los aspectos de la situación y
entonces sí… hablaríamos “a calzón quitado”…
También podría ocurrir que la entrevista al personaje nos
sea contada por el entrevistador. Allí, de forma indirecta, los escuchas (o
lectores) nos enteraríamos de lo que ha expresado el entrevistado (personaje),
pero todo esto nos llegaría por medio del discurso del entrevistador (narrador).
Entonces podríamos saber que el entrevistador dijo esto y aquello, que se
mostró cauto en tal o cual pregunta, que se movió inquieto al ser interrogado
sobre tal cosa, etc. Este sería el caso del ESTILO INDIRECTO.
Le hemos preguntado al
modisto de fama internacional qué le faltaba a la moda argentina para
posicionarse como referente mundial y él ha esquivado una respuesta, aduciendo
que le incomodaba hacerlo, pues desea observar cuidadosamente cada aspecto de
esta situación para, entonces sí, poder hablar francamente, sin tapujos.
Y hay otro estilo que toma las ventajas de uno y otro de los
antes mencionados. Podríamos compararlos con esas entrevistas realizadas a
personajes extranjeros, donde hay un traductor que se pone en la piel del
entrevistado y hace de él para responder, en un idioma común a los escuchas, lo
que el entrevistador tiene para decir. En ese caso el entrevistador/traductor
(narrador) que domina los dos idiomas, o mundos, puede preguntar algo al
entrevistado, pero luego de escuchar la respuesta será quien traduzca.
Bueno, el modisto se
ha inquietado frente a este tema, le resulta difícil contestar esa pregunta, se
siente incómodo al hacerlo, porque no hay una sola respuesta. Tendría que
observar cada uno de los aspectos de la situación y entonces sí, hablaría a
calzón quitado.
En esta forma, indirecta, aparecen junto a la impresión del
entrevistador frases directas de lo
expresado por el entrevistado, pero estas frases directas están contadas por un
intermediario, que se coloca en una posición conveniente para ayudarnos a
penetrar en el alma y el pensamiento del entrevistado. Este es un estilo
INDIRECTO LIBRE. Hay alguien que está entre el personaje y el lector, pero que
nos presenta frases que nosotros (lectores) recibimos como pensamientos
directos expresados por el entrevistado (personaje). El estilo indirecto libre
nos permite, entre otras cosas, contar esos relatos que nos interesaría narrar
en primera persona pero que, dada la cantidad de acciones que realiza el
personaje, resultaría muy forzado hacerlo. El indirecto libre otorga una
elasticidad narrativa con la que podemos referir estas acciones sin alejarnos
de la intimidad del personaje, a la que podemos recurrir cuando sea
conveniente.”
Para ilustrar los puntos de vista leímos Historias del 14 y Dijo, del escritor yanqui Stephen Dixon. Para ilustrar sobre
indirecto libre leí parte de la persecución de Lépez a Saravia en el Carrefour
de El amor enfermo.
Leyeron sus inéditos María y Lidia, nos comimos la torta de
coco y dulce de leche de la foto, producto de las Manos Mágicas de la Doctora Sanjurjo y tomamos cuatro jarras de
café.
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