“Pensé que, ya que no podía retroceder en el tiempo, mi fetichismo ahora debía basarse en lo contrario, en una vieja historia de Washington Irving: el Rip van Winkle, el viejito borrachín, que se duerme una siesta y al despertar han transcurrido veinte años. O como la leyenda de los Siete Durmientes de Éfeso, porque cada una de esas historias remite siempre a una anterior. La esencia de todas ellas es la misma, que un salto abrupto en el tiempo cure, o cambie, o resuelva algo. Yo me dormí, pero nada de eso ocurrió.”
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