12.11.21

¡QUÉ FENÓMENO, MIJO! / UN ESPECTÁCULO DE GERARDO HOCHMAN SOBRE TEXTOS DE ANA MARÍA SHUA

 


“Usted cree estar en un circo, pero tiene dudas, busca pruebas. La osa tiene la cara de su madre, la palabra acróbata, sin dejar de ser puro sonido, está hecha de letras rojas y se puede comer. Usted, que sin embargo no es una mujer, está amamantando a un tigre pequeño que, sin embargo, no es un bebé. Usted hace lo posible por despertarse con el sonido de la orquesta, pero la música le resulta hipnótica, asfixiante. Con las manos agarrotadas por el sueño usted logra apartar la almohada de la nariz y ahora respira mejor. Nada de eso prueba que usted no esté realmente en un circo. Para estar seguro tendrá que despertarse, mirar a su alrededor, asegurarse de que no ha desembocado en otro sueño. Y sin embargo.”

Así comienza el libro “Fenómenos de circo”, una colección de más de ciento cincuenta microcuentos -pequeñas pesadillas circenses- con el que Ana María Shua ganó el Premio Nacional de Literatura en 2016. Quiso el azar que este libro publicado por Emecé llegara a manos de Gerardo Hochman, uno de los exponentes más representativos de las artes circenses en la Argentina, autor de espectáculos como “ADN”, “Sanos y salvos”, “Leonardo” (sobre vida y obra de Leonardo Da Vinci, un inolvidable catálogo de máquinas humanas) o “Avalancha” (en Tecnópolis). Según el mismo Gerardo, era imposible no toparse con el libro de Shua, porque lee y colecciona todos los textos, videos, fotos y etcéteras relativos a su actividad. También quiso la voluntad cultural estatal, ese otro tipo de azar, que se abriera una convocatoria para el Premio Estímulo a la creación y producción en artes escénicas del Banco Ciudad y el Complejo Teatral de Buenos Aires y que fuera destinada a teatro o danza independiente, lo que hace Hochman en “La Arena”, su galpón de Palermo. Presentó un proyecto y salió entre los diez seleccionados. De todas esas coincidencias, como suele ocurrir en el arte, nació el espectáculo “Fenómenos, palabras y parábolas”, que se va a estrenar el 12 de noviembre en el Galpón de Guevara (Guevara 326, CABA), donde tendrá funciones los viernes y sábados hasta el 18 de diciembre, dos de ellas durante el FICI (Festival Internacional de Circo Independiente).

Pude ver la obra en un ensayo, con la mitad del vestuario y sin la iluminación correspondiente ni el cotillón, y me fascinó. Apúrense a sacar entradas porque lo más probable es que enseguida se agoten. La conjunción Shuíta-Hochman saca chispas.

¡Patapúfete!, como diría Pepe Biondi.

 

DESMANTELANDO UNA FUNCIÓN

Los simpáticos, siniestros, oníricos, endemoniados, beatíficos, peligrosos, suculentos, inmaculados pero también mugrientos, desoladores, rápidos, escapistas, sorpresivos, reventados, deformes, calientes, desesperantes e impecables microcuentos de Ani Shua nos comunican un circo tradicional pero desmembrado, desmantelado, como se dice ahora: deconstruido. Y Hochman la acompaña en el mismo ejercicio intelectual. Ambos hacen pelota a los circos tradicionales de barrio a los que yo asistía con diez años en Castelar o Necochea, en todas sus facetas. Cada acto es una revisión de la tradición más acendrada, sin perder inocencia o peligro. Los mismos personajes de mi infancia -equilibristas, magos, forzudos, trapecistas, saltarines, lanzacuchillos- aparecen como desde realidades paralelas donde también hay circos, pero son imprevistos y extraños. La deconstrucción llega hasta los mínimos detalles de vestuario y artefactos.

Gerardo me explica el concepto que ha utilizado para diseñar la indumentaria: “Es el saldo de un circo comprado en un remate”. La remera de uno anuncia aplausos, clap-clap, otra tiene una diana de tiro al blanco, el músico lleva una chaqueta a lo Sangent Pepper, la del domador tiene un agujero en el pecho y espalda, producto de la mordida de un león o del traspaso de una bala de cañón.

Todo el espectáculo ronda alrededor de un mástil que ocupa el centro de una pista circular de arena. Termina en un cabezal que rueda, donde los actores se van a colgar, a subir, a girar cada vez, como si nunca, jamás, pudieran cansarse. El mástil está tensado como el de las viejas carpas, mediante una estructura de tracción, pero aquí esa estructura no sostiene lonas, sino historias. A Hochman le interesan las tecnologías asociadas a la escala humana. La troupe de La Arena va a trabajar en todo ese vacío alrededor del gadget mecánico: arriba, abajo, pendiendo, trepados, apilados. Formarán con sus cuerpos escaleras de caracol, pirámides y hasta banderas, nadarán en el aire como si fueran hamacas voladoras.

Shua los mira desde su libro y piensa: “Ser digno de exhibición, ¿es proeza, ventaja o beneficio?”. Pero dice: “¿Cómo sorprender a los malditos, a los cínicos espectadores que ya lo hay visto todo? En un intento de brindar el espectáculo supremo, nos dejamos morir entre aplausos sobre la arena y no es suficiente, no es suficiente. Eso lo hace cualquiera.”

 

FRIKIS Y ACTORES

El hombre elefante. Los Embajadores de Marte. El esqueleto humano. La Mujer Cara de Mula. Tres piernas. El hombre lombriz. La niña que vuela. Los hermanos siameses. Monstruos de feria que harían las delicias de Tod Browning.

El espacio para imaginar proporciona horrores peores de los que se dejarían ver en la realidad. Y también te permite jugar en el circo más pobre del país, llamado Papelito. Uno que tiene la carpa hecha con bolsas de arpillera. Tan paupérrimo es que los artistas tienen que creer que andan en monociclo, deben inventarse las sogas para saltar y las clavas para los malabares.

En escena la ilusión la logran siete acróbatas: Julieta Pachamé, Victoria Larrambebere, Evelin Bustos, Damián Torres, Rodrigo Fernández Madrid, Lucas Bustos y Pablo Morizio, bajo la música original de Marcelo Ducrós, interpretada por él mismo, y el recitado de la actriz y cantante Eleonora de Souza. La producción es de las chicas de Parda.

“Pero hubo un circo más pobre todavía. Además de llevar sus propias sillas, los espectadores tenían que sentarse, fingir que miraban la pista, imaginarla”.

 

ESPÓILER AMIGABLE

La speaker, de vestido rojo, zapatitos y anteojos nos va paseando por las rutinas, nos hace preguntas que nos dejan perplejos, nos pone en aprietos. ¿Qué estamos viendo? Es obvio que es un circo, pero al mismo tiempo es la historia de los circos y al mismo tiempo también le va a gustar a aquellos a los que no les gustan los circos, porque tampoco es un circo. A mí no me gustan más, me pudrieron a los once años, y “Fenómenos, palabras y parábolas” me encantó. Qué difícil todo. Nada por aquí, nada por allá. Una chica levita. “¡Hop!”, gritan los hércules aéreos, sin necesidad de volar. La orquesta improvisa música para la gala de un Titanic fantasmal. La speaker lleva banderines baratos como estola.

Y mi espóiler, amigos, es para ampliar el público. En el compilado de acciones de Hochman que se puede ver en YouTube (https://www.youtube.com/watch?v=qGGa5z9qf6E) hay mucho de danza clown. Son fragmentos esencialmente rítmicos, de esos donde el cuerpo se mueve para expresarse llevando, a veces, nariz roja. Para mi saber rústico tienen un formato de calistenia y mimo que viene de los entrenamientos y el trabajo de educación escénica que Gerardo conduce para la UNSAM y en su propio galpón de Palermo.

La novedad de “Fenómenos, palabras y parábolas” es que, como un vampiro intelectual, Gerardo se bebió el existencialismo del libro de Shua, lo condensó, lo amasó y nos lo ofrece como pizza exquisita. Este es un espóiler que juega a dos puntas: estoy seguro de que los que vayan a buscar proezas físicas y maravillosas contorsiones no van a salir decepcionados, pero también saldrán satisfechos los que pidan historias, teatro, palabras. La obra presenta un exquisito equilibrio. Para aquellos que dicen la danza me ne frega, el circo me entristece, rechazo la acrobacia: los reto a verla. Prepárense para asistir a un empacho de alegría.

Cuando yo tenía diez años, el profesor de educación física del colegio me dijo: “no se imagina, Nielsen, lo decepcionante que es verlo correr”. Creo que ahí terminó mi carrera aeróbica, no soy el atleta que tal vez pude haber sido. Pobre mi Nil de diez, el que llevaba a su hermanita menor al circo del baldío de la estación de trenes, recibiendo esa cachetada de payaso malo, con ruido a soplamocos. “Por suerte creció hasta llegar a la estatura de un enano”, me consuela mi amiga Ani.

 

NOS PASA A TODOS

“Si el contorsionista tiene artrosis y el trapecista sufre de vértigo, si a la écuyére se le rompió el menisco por desgaste y el mago perdió los reflejos, si el malabarista tiene presbicia y una tendinitis supraespinal le impide al domador hacer restallar el látigo, qué importa, la vejez no existe. Se tiene la edad de los sueños, la edad de los deseos, la edad de la más joven de tus amantes, la edad de tu corazón. Y siempre habrá un lugar para nosotros en el circo: solo se trata de maquillarnos un poco más cuando los años nos conviertan a todos en payasos.”

 

GUSTAVO NIELSEN PARA LA AGENDA

 

Las entradas para las funciones pueden conseguirse siguiendo este link:

http://www.alternativateatral.com/ficha_obra.asp?codigo_obra=76231&fbclid=IwAR3oPim6AKT0XuyWlxssNXLDrGM7nadD6MJhSZLOiDZtROiJYgnEtoh0Qkk

Todos los textos en negrita pertenecen al libro “Fenómenos de circo”.

El título de la nota es otra frase célebre de un personaje de Pepe Biondi, famoso clown argentino que actuó en carpas tan pobres como la Papelito de Shua.

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