Jornada de microrrelatos en homenaje a Ana María Shua que va a venir la próxima clase de visita. Mucha ansiedad al respecto y relecturas de sus libros “Fenómenos de circo”, “La Sueñera” y “Los días de pesca”. Largó Lili con un par de cuentitos cuyos títulos repetían información en el texto posterior. Ani dice al respecto en su libro “Cómo escribir un microrrelato”:
“Los títulos no son obligatorios. Pero si nos decidimos por
utilizarlos, hay que recordar que pueden cumplir varias funciones. Por ejemplo,
un título bien puede funcionar como carnada. Puede servir simplemente para
identificar el texto, pero también como un atractivo especial para que el
lector se decida a leerlo. No hay ningún daño en que sea sorprendente,
llamativo. Vale la pena trabajar en él. (…) Dolores Koch, la primera “crítica”
en descubrir al microrrelato como un género distinto del cuento, fue también la
primera en hacer una lista de los recursos que suelen utilizar los autores para
obtener la brevedad. Y menciona entre ellos la función del título. En efecto,
puede ser muy importante, cuando se trabaja con tan pocas palabras, contar con
el título como otro espacio que sirva para completar el desarrollo del relato. En
muchos microrrelatos el título forma parte del texto, a veces como marco, como
introducción o como clave de comprensión.”
El primer microrrelato que Lili leyó se titula “Llueven
manzanas de oro aéreas”. Explicó que es un verso de un poema de Miguel Ángel
Bustos, que le habían dado como consigna en otro taller. Le dije que a veces
los poemas son imposibles de maniobrar en los textos en prosa. Este me parecía
un buen ejemplo: en el título sobraba “aéreas”, y el error se repetía en la
primera de las frases, donde Lili volvía a mencionar el título completo aumentando
el predicado. Pero después, cuando volvía del galpón, se me ocurrió pensar que
tal vez hubiera que dividir el verso de Bustos, y colocar solamente “Aéreas”
como título, y poner el resto del la oración como primera frase. O al revés: “Llueven
manzanas del cielo” como título y “Aéreas” como toda oración inicial. Quedaría
así:
AÉREAS
“Llueven manzanas de oro y se depositan en canastas de
mimbre que los banqueros han ubicado estratégicamente para tal fin. Viene el
rey Midas y las toca. Las manzanas se vuelven deliciosas frutas rojas o verdes.
Llegan los niños y toman las rojas y se las comen. Llegan las cocineras y toman
las verdes y hacen exquisitos pasteles de manzana, que con una bocha de helado
arriba ofrecerán a los niños.
Mientras, los banqueros miran absortos cómo los niños comen
pastel de manzana y se les dibuja un hilo de saliva por la comisura de los
labios.”
O:
LLUEVEN MANZANAS
DE ORO
“Aéreas. Y se depositan en canastas de mimbre que los
banqueros han ubicado estratégicamente para tal fin. Viene el rey Midas y las
toca. Las manzanas se vuelven deliciosas frutas rojas o verdes. Llegan los
niños y toman las rojas y se las comen. Llegan las cocineras y toman las verdes
y hacen exquisitos pasteles de manzana, que con una bocha de helado arriba
ofrecerán a los niños.
Mientras, los banqueros miran absortos cómo los niños comen
pastel de manzana y se les dibuja un hilo de saliva por la comisura de los
labios.”
Fabiana le quitó más palabras, para colaborar con la simplicidad. Por ejemplo, la bocha de helado de arriba de los pasteles. En una segunda lectura parece un detalle innecesario. Tanto Fabiana como Mariano demostraron saber del tema: interpretaron los tres cuentos que Vicky leyó posteriormente con un esquema de continuidad que Jonatan y yo asociamos a “Probables lluvias por la noche”, quizás el cuento de formato más arriesgado de Sylvia Iparraguirre. Ambos, la trilogía de Vicky y el de Sylvia, podrían compartir ese esqueleto de edición cinematográfica.
Comimos una tarta de jamón, queso y huevo (receta de Moi) que cociné para la Clínica, unos exquisitos dátiles rellenos de roquefort que trajo Pati, una mousse de rúcula y Casancrem que preparó Vicky, queso brie con mix de frutos secos y pasas que proveyó Fabiana. De postre hubo cubanitos de dulce de leche cubiertos de chocolate amargo de Lili y los insistentes (que nunca decaiga) Rafaelos y Ferreros Roché de Fabián. Pablo y Mariano trajeron unos vinazos.
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