13.6.25

LOS PERSONAJES SON PERSONAS EXAGERADAS / “LOS MUNDOS ANTERIORES”

Casi siempre sé quiénes son mis personajes, pero casi nunca lo digo. En este libro, por primera vez, varios personajes coinciden, en nombre y apellido, con personas reales. No es que tengan rasgos que coincidan con los que yo necesitaba: la necesidad del escritor de moldear personajes al servicio de la circunstancia que deben actuar a veces sale a copiar patrones de la vida real, a veces mezcla seres, a veces los inventa. Aunque siempre tengan algo de alguien. En esta ocasión les tomé facetas y  profesiones, y los metí con nombre y apellido.

Para “El amor enfermo” construí un doctor bastante facho, que se hace el importante y termina siendo un ser horrible. En ese tiempo yo trabajaba con un capataz que había sido boxeador y se apellidaba Lépez. Cada proveedor que atendía, o cada persona nueva que llegaba a la obra, se confundía el apellido y lo llamaba López. El tipo se enculaba. Pasaba a aclarar “Lépez, LÉ-pez, con E”. Si el otro insistía, Lépez cerraba el puño y se ocupaba de que el insolente lo viera. Nunca le pegó a nadie, que yo viera, pero ese orgullo por tener un apellido especial me encantaba. Era incansable en su explicación, se las daba a todos, aunque fuera gente a la que no iba a volver a ver jamás. También era el único que me decía Nilsen. No tardé en cambiar el nombre del doctor de mi novela por el de Lépez, y arrastrar esa anécdota a todos los que equivocaban la “e” por una “o” cualunque y ordinaria. Cuando la novela se publicó le expliqué lo que había hecho, y que podía considerarse beneficiado. No sé si le gustó mi explicación, pero su mujer terminó por convencerlo que estar ahí era un privilegio: lo había convertido en doctor.

En “La otra playa” también hay un personaje real: Lorena, que fue la que me contó el episodio de la flotación. Cada vez que terminaba de nadar, se quedaba haciendo la plancha en la pileta de su club. Después de la muerte de su padre ya no lo pudo hacer más: en la relajación sentía que él o alguien la llamaba desde el agua, e intentaba hundirla. Decidí conservar el nombre de Lore y el de su madre. Aunque les expliqué que no eran ellas, sino una exageración de ellas.

Siempre hacemos la explicación. Lo escuché a Bernatek nombrar al mozo más agreta de Santa Fe y ponerlo de personaje. Todo el mundo lo llama Mala Onda. En un párrafo de su novela “Ta loco aquel que quiera tu corazón”, el Bicho lo describe tal cual es y le devuelve, ante una agresión rotunda del individuo:

“- Decime, pelado, cuando a Santa Fe le pusieron “la cordial” fue por vos, ¿no?

Por primera vez lo vi reír al pelado.

- Traete dos cafés con leche con medialunas, conchetumadre…”

Carlitos Bernatek dice que le leyó el párrafo y el otro no se rio un carajo.

 

En esta novela nueva hice varios experimentos de realidad. Mi amigo Hernán Bisman, por ejemplo, va a ejercer su profesión de editor de libros en el futuro y en el pasado. Su mujer Clarisa lo acompañará, aunque en la realidad trabaje de otra cosa. Ellos la leyeron y están chochos; el lunes que viene vamos a brindar. Pero también figura mi amigo abogado, Gabriel Len, que ipso facto haber salido el libro me escribió:

“Inicio mediación por el uso de nombre sin permiso.”

- Lo firmaste en sueños.

“Todo depende de que conste delante de testigos calificados, ya que no recuerdo haber firmado nada. Mando ya mismo a secuestrar la edición.”

- Voy a tener que llamar a Len -fue mi respuesta.

“El secuestro será, también, en sueños”, dijo él.

 

Otra persona de carne y hueso que actúa en “Los mundos anteriores” es el escritor Esteban Moscarda. Hace de Niño Moscarda. Esteban es poeta y cuentista; tiene un libro de microrrelatos que se titula “The Time Machine y otros cuentos del tiempo y el espacio”, editado por Peces de la Ciudad. En “Los mundos anteriores” lee dos de sus micro historias, por recomendación de Ana María Shua, la speaker, interpretando a Anmarie Shuít.

 Después hay otro tipo de personajes que son famosos, aunque no me preocupé demasiado por saber cómo son o habían sido en la vida real. Decidí ponerles el cuerpo de algún amigo. Por ejemplo, el personaje de Malanga. El tipo existe, tiene una academia de ufología en Italia, hace poquito apareció de nuevo en las noticias por un caso nuevo, algo del orden de Fabio Zerpa que no recuerdo. Tiene una serie de libros, yo leí uno. “Alien recargado”. Pueden bajarlo de Internet. Malanga está obsesionado con una invasión silenciosa de otros planetas en la que van reemplazando personas (lo cree en serio). El libro trae un cuestionario múltiple choise para saber si sos uno de los reemplazados, o no. Lo hice y me salió: soy. Mi vecino Fernando Díaz, de Barracas, es más extraterrestre que yo. Así que le puse el cuerpo (¿y alma?) de él, porque ambos -Fer y Malanga- se lo merecen.

Lo último que hice es dotarles de personalidad a dos viejos enemigos -ojo spoiler-: Edison y Tesla. No daba pie con bola en el diseño de estos personajes; busqué sus frases célebres en Internet y en libros y compuse los diálogos con ellas, pero así y todo me faltaba saber cómo eran. Entonces les inoculé los signos de la grieta argenta: a Edison lo hice gorila, racista con los inmigrantes, nacionalista barato y muy agresivo de derecha; a Tesla lo hice progre. Ahí dieron, los dos.

Afanar personalidades a la realidad es algo que hacemos los escritores. Al menos intuyo que es así. Bernatek y yo, como mínimo, lo hacemos todo el tiempo. Pero después, inmediatamente después, nos callamos y convertimos el espejo en un secreto, porque la gente suele ser muy susceptible. En “Los mundos anteriores” me pasé de la raya. Sabrán disculpar, no creo que se vuelva a repetir. La sinceridad no suele jugarme bien. Esperemos que el experimento pase sin daños para nadie, oh, musa de la literatura.

Los tres personajes que más amo de esta novela son los nuestros, con Nane Moi y Naná. Cenamos todos los sábados una parrilladita sencilla y tomamos vino para festejar nuestras vidas. Somos personajes personas (Naná es una perra que se cree persona) a la que le van las cosas simples.

Felices en el quincho y en el libro.

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