“Marian me agota. Es la clase de chica con la que, en cuestión de un segundo, todo puede convertirse en un drama por nada, por una nimiedad. Una noche, después de una agradable cena en un restaurante, la acompañé a su casa en coche. Aún no había llegado al final de la calle, cuando me sonó el celular.
- ¡Me han atacado en el vestíbulo!
- ¿Cuándo?
- Ahora mismo.
- ¡Si acabo de dejarte!
- Has arrancado en cuanto he cerrado la puerta del coche.
- ¡¿Y te han atacado?!
- Ni siquiera has esperado a que entrara en el portal, y te
has ido rajando como si tuvieras apuro.
- ¡Qué va!
- ¡Sí!
- Perdona, no me he fijado. Marion, ¿te han atacado o no?
- Eso es justamente lo que te echo en cara. Que no te fijas.
Te da igual.
- Para nada.
- Aún no he abierto siquiera la puerta de calle y tú
arrancas sin mirar. Me doy vuelta para decirte adiós con la mano ¡y lo único
que veo es tu nuca a diez metros!
- Lo siento. No te vas a poner a llorar…
- Sí.
- ¿Ahora dónde estás?
- En el vestíbulo.
- ¿El agresor se ha ido?
- ¡Muy gracioso!
- Marion…
- ¿No te das cuenta de lo humillante que es? Una se da
vuelta sonriente para decir adiós con un gesto cariñoso ¡y el tipo se ha
largado sin mirarte, sin comprobar, y es lo mínimo en plena noche, que has
llegado a tu casa sin contratiempos!
- Tienes razón. Va,
ahora sube a tu casa…
- ¡Aunque solo fuera por educación!
- Desde luego.
- ¡Dejamos el paquete y nos largamos!
- Tendría que haber esperado, es verdad.
- Y haberme dicho adiós con un gesto amable de la mano.
- Sí, haberte dicho adiós con un gesto amable de la mano,
sí.
- Vuelve y hazlo.
- ¡Estoy en la place du Géneral-Houvier!
- Que vuelvas, no puedo subir y acostarme así.
- Marion, no seas infantil.
- Me da igual.
- Marion, acabo de perder a mi madre…
- ¡Ya está! ¡Bravo, lo estaba esperando! ¿Y eso qué tiene que ver?"
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