Hicimos juntos un banquetazo, comimos sanguchitos de
bondiola yilé, choripanes, ensaladas, tortillas, pastitas, postres. Tomamos vinos, jugamos pimpón y metegol. Tuvimos visitas: tres
escritores que se acercaron durante el año a leernos sus inéditos, Alejandra Kamiya, Inés Fernández Moreno y Belén Wedeltoft. Vino el escritor y profesor Julio Acosta y nos dio una clase de poesía griega. Di una mini
teórica acerca de cómo se arma un libro de cuentos. Estuvieron todos los alumnos de este año: Fernando, Fabián, Laura, María, Lili, Lidia, Mariana, Pablo, Leo y asistieron también Belén y Eleonora, de cursos pasados. Vino Moira Sanjurjo a sacar fotos pero se puso a hablar con todo el mundo y se olvidó (jajá). Vio luz y subió Ramiro Gallardo, otro arquitecto que también escribe. Regalé una pila de libros de cuentos. Salió así:
Quedaron dos preguntas para terminar. Fernando insistió en
que no entendía del todo cómo era la tercera persona omnisciente, precisaba un ejemplo. Heker nombra varios ejemplos de novelas,
pero ninguno de cuento. Busqué uno moderno, para contradecir la opinión de la maestra
de que la tercera omnisciente es un artilugio del pasado: Mark Haddon, el
inglés de la increíble novela El curioso
incidente del perro a medianoche acaba de sacar una colección de relatos
titulada El hundimiento del muelle,
de cuyo cuento homónimo extraje este párrafo:
“El granjero que lleva a rastras al niño con sus padres
muertos consigue llegar a una zona donde el agua no cubre y advierte que se ha
roto el peroné; uno de los fragmentos del hueso roza contra el otro. Debería
dolerle, pero no siente nada. Necesita tumbarse cuanto antes. Se da la vuelta y
mira las nubes. La gente corre hacia el mar, pero se detiene al ver la carga
que lleva consigo. Una joven se abre paso entre la multitud, una enfermera de
Southampton que trabaja en urgencias. Ha visto cosas peores. Es la única
persona negra en toda la playa. Extiende las manos sobre los hombros del niño y
algunos de los que observan la escena se
preguntan si le está haciendo vudú, pero la firmeza de su voz consigue que
el chiquillo se separe de los dos cadáveres, se vuelva y se deje abrazar por
una persona que no está asustada. El color de su piel también ayuda, que ella
sea tan distinta de esa gente a la que él ya no pertenece. La chica se llama
Renée. Seguirán en contacto durante los
treinta años siguientes.”
Ese cuento está narrado por alguien que sabe lo que opinan
todos, cuando se preguntan por el vudú, pero sobre todo sabe qué pasará en el
futuro, y puede relacionar esos datos con acciones del presente o anécdotas del
pasado. Esa es su calidad de omnisciencia. Pasa lo mismo en La pistola. Del mismo libro recomiendo
leer, además, El salvaje.
Lili tuvo una pregunta para Inés Fernández Moreno, pero no
se la hizo en el momento porque la quiso redactar correctamente. Cuando me la
dijo pensé que lo mejor era que se la hiciera por meil o por wasáp, ya que
había surgido de la lectura de Malos
sentimientos y estaba destinada exclusivamente a ella. Van, pregunta y respuesta:
LILI: “¿Qué nos puede comentar acerca del uso del
presente narrativo, o sea: el presente con valor de pasado? Habitualmente se
dice que el presente narrativo acerca la acción al lector, como si la acción se
desarrollara frente a sus ojos. En general, nosotros en el taller lo corregimos
y lo pasamos al pasado. Ejemplos que encontré:
En Huevos me parece que usa el presente
para el relato base y el pasado para el pasado del relato (páginas 9, 10). Que
el relato base esté en presente creo que contribuye a generar suspenso. De
repente usa el pasado para el relato base: “A las siete de la tarde pasó por la
productora. Chequeó unos tracks, nada demasiado pesado.” E inmediatamente
vuelve al presente “Así que a las nueve ya está en un boliche…” (página 14).
Las acciones secundarias parecen estar en pasado y el narrador vuelve al
presente para la línea narrativa principal.
Un número de cinco cifras empieza en presente narrativo y al final
de la primera página pasa a pasado (página 49) y continúa en pasado hasta el
final.
Queridos gatitos
está contado fundamentalmente en presente narrativo. Hay muy pocos pasados, por
ejemplo: “El 95 interrumpió otra vez nuestra charla” (página 139).
La impresión que me da es que usa el presente narrativo con
total libertad cuando lo cree conveniente. A veces se asemeja a la parte visual
de un guión que te muestra lo que está haciendo el personaje en la pantalla.”
INÉS: “Recomiendo
la lectura de Vivir es fácil, el pez está
saltando, de Castillo. El ochenta por ciento está en presente o en un
pretérito perfecto que forma parte del sistema del presente. Uno puede elegirlo
para seguir una escena en vivo. Si no, se puede usar el presente como presente
histórico para hacer más vívido un momento del pasado. Y también se puede usar
cuando a uno intuitivamente le parece que va bien. Pero esto último es más
difícil. En la novela, por ejemplo, yo lo uso cada vez que se presenta un sueño.
Me gusta meterme en el sueño en presente.”
YO: “A mi
también me gusta meterme en los sueños en presente.”
Me quedó un cuento para recomendar, y mi viborón. El cuento es de Kafka: "En la colonia penitenciaria", Sé que ustedes me lo van a agradecer. A mi viborón lo postearé más adelante, con las listas finales.
Me quedó un cuento para recomendar, y mi viborón. El cuento es de Kafka: "En la colonia penitenciaria", Sé que ustedes me lo van a agradecer. A mi viborón lo postearé más adelante, con las listas finales.
Así terminamos estos talleres que tan creídamente
juzgué Clínica con mayúscula y creo que fueron apenas meros mimos de enfermerx, como cantó Charly García
alguna vez. Pero mimos al fin. Los estuvimos necesitando en estos cuatro
últimos años desastrosos de neoliberalismo. La Clínica de cuentos del Galpón
Estudio fue una buena cueva, y se acabó. Veintidós meses de reunirnos. Ocho asados. Treinta tortas. Ciento cincuenta botellas de buenos vinos, y unas cincuenta jarras de café. Leímos unos doscientos cuentos profesionales y otros seiscientos amateurs. Tuvimos noventa y cinco cenas juntos entre los veinticinco alumnos y trece invitados que vinieron, de primer nivel. Hubo cocineros profesionales que pasaron a regalarnos sus manjares: Natalia Kiako, Laura Lober y Oslo comidas de mar. Prometí dar lo que sabía y cumplí. No puedo medir
si les sirvió a todos; a mí, sí. Este oficio de mentirosos, como lo llamaba Castillo,
suele ocurrir en soledad, y a veces los escritores nos aburrimos un poco de
estar solos o adentro de mundos que no coinciden con los reales.
“La ficción es, por definición, una impostura –una realidad
que no es y sin embargo finge serlo- y toda novela o cuento es una mentira que
se hace pasar por verdad, una creación cuyo poder de persuasión depende
exclusivamente del empleo eficaz de una técnicas de ilusionismo y
prestidigitación semejantes a las de los magos de los circos o teatros. La mala
novela que carece de poder de persuasión, o lo tiene muy débil, no nos convence
de la verdad de la mentira que nos cuenta. La literatura es puro artificio,
pero la gran literatura consigue disimularlo y la mediocre lo delata”.
Las palabras finales son de Mario Vargas Llosa, un traidor
político a América Latina de lo más hijo de puta que vi, pero también uno de
los más grandes narradores de estas tierras. No hay que creerles a los
escritores. Nada de nada. Hasta siempre.
No hay que creer ni siquiera las despedidas. Gracias, Maestro.
ResponderBorrarEsta despedida sí. Es verdad, se acabó.
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