15.5.18

EL FANTASMA INVISIBLE / SOCOMPA

"- Sesenta años.
– Parece más.
– No le hablo de la construcción, bo. Sesenta años tenía el viejo cuando se murió.
– Esa cifra también está errada. La construcción tiene más de cien años, se ve, y el viejo tenía más de noventa, según dijo René. Edad para morirse en paz.
– Sesenta años de postrado, digo. Sesenta de enfermedad. Y quién le dijo que se murió en paz.
La casa me había costado la mitad de lo que valía una casa así. La contingencia económica había desviado la pregunta acerca de por qué sería. Por qué un PH ubicado a mitad de cuadra, al fondo de un pasillo y en bastante buen estado podía ser tan barato. Llegué a suponer que la rebaja era por el olor a gato.
– Para cien años, la construcción está bien de bien.
Washington, mi vecino de medianera de ochenta y dos años, viajante y uruguayo, fue el primero que me previno. Después vinieron René y los demás.  Washington se escondió el día que lo vi. Yo subía la escalera hacia mi nueva terraza. Desde allí alcanzaba a contemplar su patio. Lo saludé y se metió en la cocina, apurado y con la cara alborotada por el pánico.
Más tarde salió a disculparse. Como toda presentación, dijo: “antes era de Montevideo, ahora vivo acá”. Me preguntó si le había alquilado a la gorda, y si ella me había hablado alguito acerca de la historia de la casa. Le dije que no sabía nada. Y que compré. Entonces me preguntó si no tenía  miedo.
– ¿Miedo a qué?
– Al polaco viejo.
Le dije que la ex dueña mandaba solamente parcos mensajes de texto en letra mayúscula. La había visto una vez, para escriturar. En efecto, era una gorda enorme. El resto de la transacción y entrega de la llave la manejó una inmobiliaria que, extrañamente, no quiso cobrar comisión. Debía ser la primera vez en la historia mundial de los inmuebles.
– No es para menos -dijo Washington, enigmático. – Como mínimo le tendrían que haber avisado de los ruidos -agregó."

Sigue en Socompa. ¡Gracias Marcos Mayer!

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