“Nao estou pra nadie.” La orden, terminante, la emitió en un perfecto portuñol (producto de haber nacido en Portugal y de haber vivido durante años en la isla de Lanzarote, España) el escritor José Saramago, y la recibió y acató su secretaria. “Hasta que no termine de leer todas estas magníficas obras que me mandaron de la Argentina no pienso hacer otra cosa”, agregó, con firmeza, el autor de “Ensayo sobre la ceguera”, en su flamante condición de jurado del Premio Clarín de Novela. “La verdad es que no quiero perderme algo tan grosso”, concluyó, orgulloso, el Premio Nobel de Literatura.
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